Con la
colaboración del profesor T. A. Rambaina
en exclusiva para The
Adversiter Chronicle
LANGOSTINO NAVIDEÑO
Navidad
ha llegado y la barriga llenado y, dejando aparte el pareado, no
podíamos dejar de tratar sobre alimentos navideños. Hoy tratamos
sobre un manjar para unos, una exquisitez para otros y la oportunidad
de comer marisco para la mayoría, engañando a la mente con la turra
de que son fechas especiales y que no lloremos mucho al gastarnos
unos buenos aurelios en adquirir langostinos. A la plancha, cocidos,
crudos si se va de sibarita oriental y cosmopolita gastronómico, el
caso es que es un alimento casi indispensable para estas fechas y monarca indiscutible en la mesa...
-Ahora
estamos en tiempos de refalfie consumista ya que tenemos acceso a
infinidad de productos que hasta hace nada, en términos espacio
temporales como sociedad occidental, sólo se adquirían en fechas
navideñas. El langostino era en muchos hogares manjar casi
exclusivamente de estas fechas, cierto que a lo largo del año podía
consumirse en celebraciones, bodas y bautizos e incluso en verano
durante las vacaciones. Pero es en Navidad, la cena de Nochebuena,
donde los langostinos eran abundantes y podía atracarse el personal
a devorarlos, incluso sobraban para la comida del 25. Es casi una
cuestión de psique colectiva que las generaciones digitales
seguramente ya no valoren tanto.
-Lo
que llamamos langostino es un decápodo del orden de los
malacostráceos y posee todos los elementos torácicos, salvo en
ocasiones los dos posteriores, unidos a la cabeza por el caparazón,
que es muy duro; los ojos son pedunculados y compuestos, tiene lazos
familiares de macruro nadador y el nombre en latín es penaneus
caramote y puede alcanzar hasta veinte centímetros de longitud y de
carne muy apreciada por sibaritas, tragones y glotones. Además, ir
de restaurante y pedir a grito pelado una de langostinos lanza el
mensaje de que se maneja dinero y hasta se puede gastar en
langostinos de restaurante. Citar que la gamba es muy semejante al
langostino y la quisquilla o camarón que vive en los charcos que
quedan al descubierto en la bajamar. En resumen un trozo de carne de
marisco envuelta en un caparazón.
-Si
se come una vez al año sienta como Dios, si se consume fuera nos da
sensación de poder adquisitivo como apunté anteriormente y si se
toma habitualmente ya hay que tomar precauciones. Quiero puntualizar
que nos hemos acostumbrado a preparar sopa de marisco con langostinos
imposibles de comer, quedando el sujeto comestible como un atrezo
acompañado de almejas imposibles de abrir o mejillones chuchurríos.
Es un recurso, éste del langostino incomible y almejas que no se
pueden abrir, de las suegras para con los yernos a los que tiene
ojeriza. El langostino es sano en cantidades saludables y lo mejor
desde un punto de vista gastronómico y pecuniario es comer
langostinos como plato, otra cosa es de acompañamiento, no más de
tres veces al año.
-De
acompañamiento es más un estímulo visual por las razones apuntadas
más arriba, como plato se hace imprescindible aliñarlo o
acompañarlo de salsa mayonesa. A la plancha, bien sazonados en su
punto, basta con rociar de limón el conjunto de langostinos, pese a
que esta modalidad de consumo garantiza quemarnos las huellas
dactilares por ese afán de todo macho alfa de lanzarse a comer
aunque sepamos que están ardiendo, la mujer, siempre más
inteligente, suele apartarlos para que enfríen y con maquiavelismo a
la hora de pedir que se le pelen por su macho alfa, con lo cual se
deja uno los dedos y las yemas de los mismos, apenas se prueba bocado
y la parienta se harta a costa de su macho alfa, un comportamiento
antropológico de las primeras sociedades civilizadas donde la mujer
compensaba la opresión social como tal y culpable del pecado
original con lograr que el macho alfa haga el trabajo sucio, porque
si hay algo que ensucia es comer langostinos a la plancha.
-Aquí
es donde el macho alfa demuestra a la fémina lo tarugo que es un
hombre que va de cocinillas: cocidos. A la pota, se dejan cocer y
mientras se prepara una salsa mayonesa con perejil y ajo picado muy
fino. Se mezcla bien y se deja reposar. El arte está en el
equilibrio del ajo proporcional a la cantidad del resto de
ingredientes. Si es una mujer quien la prepara, tendrá su punto de
ajo que da una tenue y breve sensación de ardor muy placentera desde
un punto de vista gastronómico. Si es un macho alfa, acabará
comiéndola él sólo porque picará a ajo con una potencia de mil
demonios o diez chiles a palo seco. Como se puede suponer, si el plan
es comerse una buena fuente de langostinos con salsa, comerlo más de
dos veces al año es contraproducente y garantía de colesterol
bailando twist con sus perjuicios.
-Procedo
pues a comer el langostino... esto de chupar la cabeza es sentirse un
poco un alien vampiro, profesor... Mmmm... ¡Que rico, sobre todo
esta carnecita colorada que rodea el lomo... ¡Es pecado!
-Es
mierda, concretamente mierda de langostino y su aparato intestinal.
Además hay que pelarlo antes y la cabeza se chupa por el otro lado.
En fin, una cosa sencilla de comer que siempre complicamos. Quiero
terminar añadiendo que para amantes de la floricultura y árboles
frutales, las cáscaras y caparazones del marisco sirven de excelente
aporte a los mismos, se entierran alrededor de las raíces y mano de
santo... Parece que se ahoga, lógico tras tragarse el caparazón...
¿Trata de decirme algo? ¡Tosa! ¡Tosa!
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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