Con la
colaboración del profesor T. A. Rambaina
en exclusiva para The
Adversiter Chronicle
LASAÑA PRECOCINADA
Hoy
tratamos en MBC otro de esos alimentos que al menos comemos una vez
en la vida, al menos otra cada diez años y en algunos casos forma
parte de la dieta de mucha ciudadanía, un alimento precocinado que
en ocasiones acaba en la bolsa de la basura por su chcuchurriez tras
seguir las instrucciones para el preparado pero que forma parte del
imaginario gastronómico colectivo: lasaña precocinada para preparar
en micro ondas...
-Los
platos de pasta nos fascinan ya desde que tenemos uso de razón
porque en la infancia nos encanta y es además uno de los primeros
platos que un macho alfa aprende a cocinar y se da la curiosa
circunstancia de que se piensa, por parte de los mismos, que lo
preparan mejor que las mujeres. Sin embargo la lasaña, desde que se
quita el envoltorio y se prepara, supone un gasto de neuronas que no
todo macho alfa tiene y es de suponer que antes que reconocer que la
parienta cocina la pasta en lasaña mejor que uno mismo, hace que
siempre andemos rogando por lasaña precocinada. Aún así, tras
media docena de intentos frustrados, el macho alfa siempre recurre a
la mano femenina de la casa para preparar la lasaña precocinada y
sólo tras un detallado estudio del sistema que utiliza es cuando nos
atrevemos a prepararla. Pero la lasaña evoca nuestros mejores
momentos gastronómicos de la infancia y resulta adictiva desde un
punto de vista psicológico.
-
Importa a la hora de pagar porque básicamente todas llevan los
mismos ingredientes procesados industrialmente y si se para a mirar
el etiquetado es posible que vomitemos si hacemos un ejercicio de
imaginación según lo leemos. Puesto que es un plato que ha de
servirse casi ardiendo por motivos que luego se verán, el calor en
la boca anula cualquier sutil diferencia entre distintas marcas. Yo
recomiendo atender al precio y no dejarse llevar por la publicidad
aunque como en todo plato precocinado tenemos marcas fetiches que una
vez le pillamos el tranquillo de cómo prepararlo que se pueda comer,
resulta inevitable la fidelidad a una marca determinada.
-Advertir
que si sigue las instrucciones al pie de la letra no le saldrá.
Desde un punto de vista estadístico, el macho alfa común necesita
de tres intentos al menos de prueba-error antes de acertar en cómo
calentarlo. La primera suele quedar cruda del centro hacia el
exterior y la base superior de queso sencillamente cruda; la segunda,
si bien mejor en su aspecto final, sigue siendo inmasticable e
indigerible por un organismo normal; en la tercera o sale bien o se
quema el electrodoméstico por someterlo a máxima potencia durante
demasiado tiempo. Mi recomendación es seguir consejos de las féminas
de la casa o que tengamos a mano en ese momento. No recomiendo
preguntar a adolescentes del entorno porque a esa edad se come lo que
te echen y además suelen sazonarlo de ingredientes externos que nos
pueden hacer pasar un descanso nocturno en fatigosa acidez gástrica
que se convierte en pesadilla.
-Bueno, pues la metemos, con perdón,... programamos el tiempo
recomendado más un minuto extra por si las moscas y esperar.
-Lo
del tiempo es fundamental y aplaudo su decisión de añadir un minuto
más. Bien, hay que sacarla sin perder un segundo ya que el calor se
difumina y enfría en menos de un pispás. Lo mejor si queremos
mantener la fantasía de que comemos una lasaña como Dios y los
santos cánones mandan, lo mejor es comerla en el envase. Bien, pues
ya puede empezar y sobre todo antes de que enfríe para consumir a la
temperatura adecuada...
-¡Pues
Santiago y cierra España! ¡A ver a
que...aaaaaaaaaaaaaaaagghaaassffggg! ¡Esto quema rediosssssaaaggff!
-Es
el efecto ardiente que comentaba al principio... ¡Refalfies,
refalfies de consumidor mal acostumbrado, refalfies! Ahora que las
terminaciones nerviosas están en shock por la temperatura de la
lasaña, es el momento de comerla antes de que enfríe, tanto el
paladar como la lasaña en sí. Aunque se tiende por instinto a
soplar antes de comer el trozo, todo adentro sin miedo a que siga
ardiendo. Una masticación a ritmo, ni rápida ni despacio, que
favorece la posterior digestión y evacuación del alimento. ¡Coma,
coma y no piense en que quema, coma!
-Refalfies,
sólo refalfies. Si no se puede con todo, lo normal es tirarlo a la
basura pero gracias al efecto ardor en la boca, ésta nos queda
insensible unas horas, las suficientes para volver a comer a la cena
o siguiente comida. El efecto llama en la boca nos facilita además
la ingesta de agua, lo cual repercute en una buena digestión aunque
durante la misma puedan producirse gases poco aromáticos
olfativamente en el prójimo en forma de sonoras flatulencias.
Advertir que según la marca puede existir riesgo de sensación de
llama a la hora de evacuar el alimento.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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theadversiterchronicle@hotmai.es
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