The Adversiter Chronicle

martes, 27 de diciembre de 2016

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre


Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro: María Antonieta
– Retrato de una reina mediocre -
Autor: Stefan Zweig
Editorial: Random House Mondadori, S. A.
Traducción: Carlos Fortea
Edición: 2003

Hay personajes históricos de los que no tenemos ni pajolera idea pero que sin embargo son icónicos tanto en la memoria colectiva como en la psique social de la ciudadanía. María Antonieta, la última Reina de Francia es una desconocida pero si nos preguntan y barruntamos un poco las neuronas, algo diremos porque es un fantasma del Antiguo Régimen, porque por alguna razón sabemos que era una furcia lasciva, recordamos que fue guillotinada y cuando contemplamos un cuadro sobre tal momento nos fascina sin saberlo...

Así que nada mejor que recomendar esta deliciosa biografía que con agilidad de estilo periodístico, selección de testimonios con rigor y un ritmo trepidante donde los datos forman parte del todo sin farragosidades, que cuando nos damos cuenta hemos terminado la apasionada lectura y es entonces cuando se descubre con fascinación que el autor nos ha presentado a una mujer a la que entendemos y que nos gana con su magia porque sacó el porte de la realeza, de otro tiempo ya pasado, que no tuvo personalidad histórica mientras fue esposa del Rey de Francia y que afloró ésta como viuda de Luis XVI, madre del Delfín e hija de emperatriz de la casa de los Habsburgo cuando fue juzgada y ejecutada por traidora a Francia a ojos de los revolucionarios.

Stefan Zweig nació en Viena en 1881 y murió en Brasil en 1942. Hijo de una familia burguesa judía y acomodada, estudió en su ciudad natal y en Berlín; posteriormente volvió a Viena, donde se graduó en filosofía. Viajó por toda Europa y pasó largos periodos en Francia, Italia, Inglaterra y Bélgica. Tras la Primera Guerra Mundial, se estableció en Salzburgo, donde escribiría sus obras más importantes como novelas y biografías.
Datos sacados de la contraportada y sin más unos breves pasajes que os inciten a su lectura:

Una boda para unir dos estirpes reales...
La tarea de los diplomáticos ha terminado felizmente. Sólo ahora se advierte que era la parte más fácil del trabajo. Porque convencer a Habsburgos y Borbones para que lleguen a un entendimiento, reconciliar a Luis XV y María Teresa, es un juego de niños comparado con la insospechada dificultad de armonizar los ceremoniales de casa y corte francés y austriaco para una solemnidad tan importante. Sin duda los mariscales de corte y demás fanáticos del orden de ambas partes tienen un año entero para elaborar línea por línea el importantísimo protocolo de las festividades de la boda, pero ¿qué es un fugaz año, de sólo doce meses, para esos complicados juegos de chinos de la etiqueta? Un heredero al trono de Francia se casa con una archiduquesa austriaca... ¡qué cuestiones de tacto, capaces de estremecer al mundo, desencadena una ocasión así, cuán sesudamente hay que meditar cada detalle, cuánto irrevocable paso en falso se trata de evitar estudiando centenarios documentos!

Temores de una emperatriz que también es madre...
"María Teresa conoce la peligrosa y amenazada situación de su hija en la corte extraña, sabe también que esa criatura demasiado joven, frívola y carente de seriedad, jamás estará en condiciones de eludir por propio instinto todas las trampas de las intrigas y los nudos corredizos de la política palaciega. Así que le ha dado al mejor de sus diplomáticos, el conde Mercy, como fiel Eckart. <<Temo -le había escrito con sorprendente sinceridad- la excesiva juventud de mi hija, el exceso de halago en torno a ella, su lentitud y su falta de sentido de la seriedad, y os encargo, porque confío plenamente en vos, cuidar de que no caiga en malas manos>>. La emperatriz no habría podido hacer mejor elección. Belga de nacimiento, pero enteramente fiel a la monarca, hombre de corte, pero no cortesano, de pensamiento frío, pero no por eso frío como persona, de mente despejada,aunque tampoco genial, este rico soltero carente de ambición, que no quiere otra cosa en la vida más que servir por entero a su reina, se hace cargo de su puesto de protector con todo el tacto y conmovedora lealtad imaginables.”

Luis XVI...
Sin embargo, lo verdaderamente funesto en la naturaleza de Luis XVI es que tiene plomo en la sangre. Algo denso y congestivo le espesa las venas, nada le resulta fácil. Este hombre que se esfuerza con honestidad siempre tiene que superar una resistencia de la materia, una especie de somnolencia, antes de hacer algo, de pensar o incluso de sentir. Sus nervios, como tiras de goma dadas de sí, no pueden estirarse, tensarse, vibrar, no chispean de electricidad. Este congénito embotamiento nervioso aparta a Luis XVI de todo sentimiento fuerte: amor (tanto en sentido espiritual como fisiológico), alegría, placer, miedo, dolor, temor, todos esos elementos del sentimiento son incapaces de atravesar la piel de elefante de su indiferencia, y ni siquiera el inminente peligro de muerte puede sacudirlo de su letargo. Mientras los revolucionarios asaltan las Tullerías, su pulso no va ni un segundo más aprisa, tampoco la noche anterior a la guillotina es capaz de conmover los dos pilares de su bienestar, el sueño y el apetito. Este hombre jamás palidece, ni siquiera con una pistola delante del pecho, jamás brilla la ira en sus obtusos ojos, nada puede asustarlo, pero tampoco nada entusiasmarlo. Sólo los esfuerzos más violentos, como la cerrajería y la caza, ponen su cuerpo en movimiento, al menos exteriormente.”

José II viaja a París por la fimosis de su cuñado entre otros asuntos de Estado...
"El viaje de José II a París tiene una triple finalidad. Debe hablar de hombre a hombre con el rey, su cuñado, sobre el delicado asunto de sus todavía no consumadas obligaciones conyugales. Debe leer la cartilla a su hermana, ávida de placeres, con la autoridad del hermano mayor, poner ante sus ojos los peligros políticos y humanos de esa avidez. En tercer lugar, debe reforzar humanamente la alianza de Estado entre las casas reinantes francesa y austriaca. A esas tres tareas, José II añade voluntariamente una cuarta: quiere aprovechar la ocasión de esta llamativa visita para hacerla aún más llamativa y cosechar la mayor admiración posible para su propia persona. Este hombre honorable en lo más íntimo, no carente de inteligencia, aunque tampoco excesivamente dotado, y sobre todo vanidoso, sufre desde hace años la típica enfermedad de los príncipes herederos: le irrita ser adulto y no poder gobernar libremente y sin restricciones, sino tener que representar tan sólo el segundo papel en el escenario político, a la sombra de su famosa madre, o, como él lo expresa con irritación, <<ser la quinta rueda del carro>>.”

Marido y mujer, Rey y Reina...
El rey, que obedece sin voluntad a su esposa, no lo piensa más cuando la reina exige algo, aunque en todos sus actos y deseos ella jamás pondera las consecuencias. Sin examinar la acusación, reclamar expedientes, sin interrogar al joyero ni al cardenal, se convierte, con obediencia de esclavo, en instrumento de la ira irreflexiva de una mujer. El 15 de agosto el rey sorprende a su Consejo de Ministros con la intención de hacer encarcelar inmediatamente al cardenal.¿Al cardenal? ¿Al cardenal Rohan? Los ministros se asombran, se sobresaltan, se miran perplejos. Por fin, uno se atreve a preguntar si no será demasiado embarazoso hacer prender públicamente a tan alto dignatario, y además eclesiástico, como un vulgar criminal. Pero precisamente eso, precisamente la vergüenza pública, es lo que María Antonieta exige como castigo. Por fin va a estatuirse el ejemplo visible de que el nombre de la reina no está al alcance de cualquier vileza. Por eso insiste de manera inconmovible en el procedimiento público. Muy a disgusto, muy inquietos y con malos presagios, los ministros terminan por ceder.”

Los tres estados ante el rey...
"Las carrozas se detienen delante de la iglesia. El rey, la reina y la corte descienden, para encontrarse con una inusual visión. Los representantes de la nobleza, al menos, les resultan conocidos de fiestas y bailes, fastuosos con sus mantos de seda con broches de oro, los sombreros de plumas blancas erguidas con osadía, y lo mismo el esplendor cromático del clero, el rojo llameante de los cardenales, las sotanas violetas de los obispos. Esos dos Estados, el primero y el segundo, rodean fielmente el trono desde hace cien años, adornan sus fiestas desde siempre. Pero ¿quién es esa masa oscura, vestida con trajes negros intencionadamente sencillos en los que apenas brillan en blanco los pañuelos del cuello, quiénes son esos hombres extraños con sus sombreros corrientes de tres picos, esos desconocidos, todavía sin nombre cada uno de ellos, en pie ante la iglesia como un bloque compacto? ¿Qué pensamientos albergan esos rostros ajenos, nunca vistos, de miradas osadas, claras y hasta severas?.”

El pueblo asedia Versalles...
María Antonieta tiene razón. El pueblo ya no se da por satisfecho con una reverencia. Antes destruirá este edificio piedra a piedra y cristal a cristal que desistir de su voluntad. No en vano los clubes han puesto en marcha esta gigantesca maquinaria, no en vano esos miles de personas han marchado seis horas bajo la lluvia. El rumoreo vuelve a hincharse peligrosamente, la Guardia Nacional, llegada para dar protección, se muestra sinceramente inclinada a tomar por asalto el palacio junto con las masas. Entonces la corte cede al fin. Desde el balcón y por las ventanas se lanzan hojas escritas en las que se dice que el rey está decidido a trasladarse a París con su familia. El pueblo no quería más. Ahora los soldados apartan los fusiles, los oficiales se mezclan con el pueblo, se abrazan los unos a los otros, jalean, gritan, las banderas bailan sobre la multitud, a toda prisa las picas con las sangrientas cabezas salen hacia París. Esa amenaza ya no es necesaria.”

La gran infamia como acusación utilizando al Delfín...
"Felizmente, el impenetrable encierro que sufre en la Conciergerie ha protegido a María Antonieta de enterarse enseguida del espantoso testimonio de su hijo. Sólo en el penúltimo día de su vida, el escrito de acusación la ilustra sobre esta extrema humillación (acusación de incesto con su hijo). Durante décadas, ha aceptado todos los ataques a su honor, las más infames calumnias, sin abrir los labios. Pero esto, verse tan terriblemente calumniada por su propio hijo, ese inimaginable tormento tiene que haberla conmocionado hasta lo más profundo de su alma. Hasta el umbral de la muerte la acompaña ese torturador pensamiento; aún tres horas antes de la guillotina, esta mujer normalmente contenida escribe a madame Elisabeth, acusada con ella: << Sé que torturas tiene que haberte causado ese niño, pero discúlpale, querida hermana, piensa en su gran juventud y en lo fácil que es poner en labios de un niño lo que se quiere oír de ellos, e incluso lo que él mismo no entiende. Espero que llegará el día en que comprenda tanto más el valor de tu amor y ternura>>.”

Camino de la guillotina...
"El miserable vehículo traquetea lentamente sobre el empedrado. Intencionadamente, las cosas se hacen con tiempo, para que todo el mundo pueda contemplar en detalle ese espectáculo único. En el duro asiento, la reina siente hasta los huesos cada salto del tosco carro sobre el mal empedrado, pero, inmóvil el pálido rostro, los ojos enrojecidos mirando fijamente ante sí, María Antonieta no da muestras de miedo o temor a la curiosidad alineada en las calles. Reúne todas sus fuerzas espirituales para mantenerse fuerte hasta el final, y en vano sus peores enemigos tratan de sorprenderla en un instante de rendición o titubeo.”

Biografía escrita en 1932 y plenamente vigente por el talento del autor a la hora de mostrarnos a una mujer que en condiciones normales sería una anécdota histórica pero que tras su muerte es la reina más recordada, fascinando como hizo en vida a quien se acerca a conocerla como este libro nos acerca. Terminamos viendo a la mujer, a la madre y esposa que supo en el tramo final de su vida lucir el orgullo de su estirpe haciendo caso omiso a las acusaciones contra ella lanzada por una revolución que encontró en el espectáculo público de la guillotina el entretenimiento de masas para ocultar sus reveses militares y políticos, donde acusadores y verdugos de María Antonieta perdieron también la cabeza en nombre del pueblo durante el Terror...

Muy recomendable para todo tipo de gustos que se devora con avidez para quedar fascinados por la historia, ideal para periodo vacacional, lectura de mesita de noche y guardias y convalecencias en general. Recomiendo regalar a la suegra un ejemplar ahora que son fechas propicias para regalos y que aprenda que aunque el pueblo le tolere sus abusos y humillaciones por la sopa boba, igual un día hay trabajo de nuevo y se acaba su absolutismo...


The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton  Jr. IV

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