Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: El
Imperio Rojo (Moscú-Pekín 1919-1989)
Autor:
Patrick Lescot Editorial: CIRCE Ediciones S. A.
Traducción: Roser Berdagué
Edición: Diciembre de 2000
Proponemos en esta ocasión un viaje en el tiempo a la
génesis de la actual China con un PCCH que se reinventa y domina la
vida del país. Una China que siempre desconcierta al observador
occidental... Pero es un viaje también a la represión política
donde Stalin promovió primero el internacionalismo y Moscú era a
finales de los años veinte del pasado siglo la nueva Jerusalén
donde jóvenes venidos de todas partes del mundo estudiaban en las
universidades el comunismo, como expandirlo y también como crear una
estructura policial...
Para ello el autor nos propone seguir los pasos vitales
de dos personajes que pertenecen al panteón revolucionario chino y
que finalmente fueron tragados por el stalinismo primero y luego en
su propio país durante la revolución cultural en que Mao reafirmó
su dictadura personal a base de lanzar a jóvenes estudiantes contra
la vieja guardia que habían combatido con él por una china
socialista primero como paso previo al comunismo.
El autor logra con ritmo ágil, y siempre dejándonos
con ganas de conocer más a cada página, las andanzas y penurias de
Li Lisan y Djang Bao y sus amantes y compañeras de lucha
revolucionaria
Nadia Rúdenko y Lisa Kishkin ambas ciudadanas
soviéticas que tuvieron el valor de involucrarse en una China en
plena efervescencia que se veía invadida por las potencias y un
Japón que se anexionaba a sangre y fuego territorios en pos de su
espacio vital económico. No puedo deciros mucho del autor porque la
contraportada es parca en datos aunque cito los siguientes: Patrick
Lescot es diplomado en filosofía y lenguas y civilizaciones
orientales, ha residido en China durante varios años como
corresponsal de la Agencia France Presse. Datos del año 2000, que
conste, pero si buscáis en Internet seguro encontráis más datos.
Yo me retiro y os dejo con una breves pinceladas que os
abran el apetito por su lectura que no es nada farragosa...
Una joven Lisa Kishkin llega a Moscú...
“El
viaje en tren hacia Moscú había sido agotador. Cuatro días y
cuatro noches recorriendo una Rusia devastada por la guerra civil,
interrumpidos por esperas interminables en pleno campo, rodeados de
soldados que les daban el alto, apelotonados en los estribos de las
locomotoras, alrededor de las ametralladoras instaladas en batería
en las plataformas de los vagones. Cerca de Tambov, el ejército
campesino del general Antónov acababa de aniquilar toda una división
del Ejército Rojo.
En
los vagones de mercancías las maletas y los fardos habían condenado
a la parálisis a los viajeros que huían del hambre, aplastados por
la fatiga mientras soñaban con Moscú, la nueva capital. Una vieja
del sur del Volga había contado que una familia de un pueblo vecino,
impelida por el hambre, se había comido el cadáver de su hijo,
aniquilado por el tifus. Se sospechaba que en aquel pueblo
desenterraban a los muertos. No había tenido más remedio que huir.
Lisa
había escuchado sin comprender del todo qué decían. Pero el viaje
continuaba y a ella le gustaba contemplar el paisaje que iba
desfilando a través de la ventanilla abierta. Mecida por el ritmo
monótono del convoy, acurrucada en las rodillas de su madre, se
quedó dormida.”
Li Lisan llega a Sanghai...
“El
viejo, en el timón del junco, aquella noche se había puesto
nervioso. Hablaba mientras maniobraba entre las embarcaciones que
bajaban hacia Shanghai, dejándose arrastrar en la noche entre el
chapoteo del agua. Detrás de la botavara colgaba una
temblorosa
lámpara de aceite. De Hankow habían partido muchos juncos, algunos
incluso de Chongtsing, al pie del Tíbet, a más de mil kilómetros
aguas arriba. Sus pilotos, señores del Yangtsé, llegaban a
franquear los rápidos de las Tres Gargantas sin que sus juncos se
estrellaran contra las rocas que, como colmillos asesinos, estaban
hincadas en las aguas del gran río. Li Lisan, como todos los chinos,
sabía de la pericia que caracterizaba a los marineros del Yangtsé.
Además de contrabandistas de leyendas chinas y de barqueros de
hombres, eran mensajeros de buenas y malas noticias y, solitarios y
encorvados, poseían el arte de maniobrar en las aguas del río,
siempre ojo avizor y con las manos clavadas en el timón.”
Guerra revolucionaria...
“Por
la mañana la suerte estaba echada. El comité del frente, animado
por Chu En-lai y Li Lisan, no perdió tiempo en banquetes de
victoria. Se decidió con grandes prisas una ceremonia de
proclamación del nuevo gobierno insurrecto. No sin problemas, la
población trataba de comprender lo que se llevaban entre manos. ¿Era
que los ejércitos del Kuomintang habían vencido a otros ejércitos
del Kuomintang? ¿Era que ahora los republicanos peleaban entre
ellos? Se convocó sin tardanza a los notables y a las asociaciones
obreras a fin de escuchar explicaciones. Chang había traicionado al
Kuomintang y los comunistas estaban allí para salvar el partido,
según se decía. Lo que entendían sobre todo los antiguos de
Nanchang era que el porvenir de la revolución y del país se decidía
en su ciudad.”
Li Lisan marcado en Moscú...
“Como
un apestado, puesto fuera de combate, pero sin afectación, fue
enviado a los bancos de la Escuela de Artillería de Moscú. Además
de arte militar, había comenzado a estudiar ruso con otros
extranjeros. Pero lo peor se produjo con Wang Ming unas semanas más
tarde. La autocrítica pasó de la humildad a la humillación. Como
quien exhibe osos ante un público, el joven jefe, con la intención
de lucir su trofeo, se puso a exhibir a Li Lisan en las reuniones, y
el capitán destituido tuvo que volver a insistir ad nauseam sobre
sus faltas. Pavoneándose ante la idea de empuñar las riendas de la
revolución, Wang Ming no perdonó nunca a Li Lisan que lo hubiera
expedido a la fábrica al llegar de Moscú a Shanghai.”
Disciplina en el gulag...
“Las
noticias del mundo llegaban, fragmentadas, incluso a las celdas de la
Butyrki. Pero
Djang Bao no tenía nada que hacer con ellas y seguía
en el patio de la cárcel, tiritando y con la cabeza baja, esperando
a que los guardias dieran la señal de partida. No era que le
contrariase el hecho de abandonar la cárcel y cambiar de aires, pero
había dudas que lo obsesionaban: ¿dónde diablos lo llevaban?,
¿cuándo volvería a ver su China, si la veía alguna vez? De
momento, se estaba muriendo de frío y tenía la impresión de estar
pisando la última orilla conocida, ribera mucho menos amena que las
playas de Nueva York.
Llegó
por fin la `otra orden´, la del jefe de la escolta, que pronunció
la fórmula reglamentaria dirigida a los prisioneros:
- ¡Atención detenidos! ¡Durante la marcha hay que apretar filas, no se puede hablar, no hay que recoger nada del suelo! ¡Un paso a la izquierda o un paso a la derecha se considera intento de evasión! ¡La escolta dispara sin avisar! ¿Entendido?
- Entendido... -entonaron a coro los cuarenta detenidos antes de ponerse en marcha.”
Mao llega al poder...
“Djang
Bao se emocionó hasta el punto de romper el llanto. Nada podía
afectarlo tanto como aquello. El advenimiento al poder de Mao
Tse-Tung lo trastornaba todo. Stalin tendría que establecer
relaciones diplomáticas con él. Habría un embajador en Moscú, un
embajador comunista, un camarada chino. En consecuencia, si conseguía
hacerle llegar una carta, tal vez lograría salir del olvido y,
amparado en su protección, recuperar la nacionalidad que le habían
arrebatado. Sin duda entonces los policías rusos acabarían por
soltar su presa. Comenzó a soñar con un pasaporte. ¡Tener una
identidad, cualquiera que fuese, antes que aquel carnet de residente
apátrida! Intercambió una carta tras otra con Shan y, de común
acuerdo, decidieron enviar un regalo, a manera de solicitud de
socorro, al primer embajador chino anunciado: un retrato de Mao, al
que Shan se encargaría de poner un artístico marco, acompañado de
una explicación escrita de su periplo por tierras soviéticas.”
Revolución cultural de Mao...
“El
18 de junio se llevaron a Li Lisan con su ropa y su pasta de dientes.
Dos días después, fueron a buscar a Lisa en un coche con una orden
escrita firmada por Chen Boda. Siao Hou, la fiel ayi, se quedó
aterrada y arrancó a Lisa de sus pesadillas:
- Lisa, despiértate. Los guardias rojos vienen a buscarte.
En
la sala de la oficina del Norte, le colgaron del cuello el mismo
cartel que la otra vez antes de empujarla hacia los peldaños. Desde
lo alto del estrado, Lisa observó a la asamblea, esta vez menos
numerosa que la otra. El centenar de personas que habían sido
invitadas estaban más tranquilas. No era una sesión de lucha, sino
un interrogatorio público. Lisa estaba sola en el escenario y salió
a relucir de nuevo la cuestión del fox-terrier y de la batidora. En
la sala resonaba de vez en cuando algún comentario áspero o
grosero. ¿Aquel candor espontáneo de la rusa no escondería, tal
vez, una secreta insolencia, una suprema astucia?"
Apasionante libro sobre la siempre apasionante historia
de China y que nos devuelve a la realidad del sistema comunista que
siempre degenera en detenciones, purgas y largas estancias en la
cárcel, pero podremos asomarnos a la génesis de una revolución
china que devoró a sus hijos para que uno de ellos se alzara con el
poder absoluto. Lo cierto es que dan ganas de visitar Corea del Norte
tras su lectura y ver sobre el terreno una dictadura stalinista...
Recomendable para niños y niñas bien que aspiran a
trabajar en China al acabar su carrera universitaria, guardias
nocturnas y vigilias hospitalarias así como lectura de verano para
comprender un poco mejor nuestro mundo y unos hechos que han marcado
las vidas de millones de personas en todo el planeta.
Por supuesto a la suegra ,y si puede ser, en edición en
chino acompañado de diccionario...
¡Que panzadas de carcajadas oyéndola
echar cagamentos y acordándose de nuestros muertos!
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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