The Adversiter Chronicle

martes, 30 de agosto de 2016

OBITUARIO


Por Antón Rendueles

GENE WILDER, actor
Siempre produce tristeza cuando una actriz o un actor nos dejan, pero tal vez, sólo tal vez, cuando se trata de quienes lograban arrancarnos una sonrisa o una carcajada con sus actuaciones, cuando logran que sus rostros queden grabados a fuego en la memoria y el recuerdo de sus escenas siempre es motivo de alegría, tal vez sea más dolorosa la sensación de ausencia aunque queden sus películas que se irán marchitando en el olvido a medida que los espectadores también dejemos este mundo...
En mi caso personal Gene Wilder está grabado a fuego en mi memoria por dos motivos. La película creo que se titulaba El Expreso de Chicago, una comedia que entonces era para adultos y menores acompañados y transcurría en un tren. Fue la primera vez que le vi actuar, no recuerdo a la chica protagonista y apenas logro vislumbrar con esfuerzo un rostro borroso que me hacen dudar entre nebulosos recuerdos de otras actrices. Yo iba acompañado de mi tía paterna y en una escena los protagonistas se besan apasionadamente y mi tía me tapó los ojos. Así que mi primer recuerdo de niño que dejaba de serlo en una película para adultos, cuando el mundo está rodeado de adultos y ansías crecer aunque ahora te arrepientes de tal ansiedad y que es sólo el paso del tiempo, está ligado a Gene Wilder...
Ya se encargan los eruditos de loar su trayectoria profesional con Mel Brooks, prefiero compartir mis recuerdos de ambos, de cola del cine un sábado por la tarde, de historias de comedia y el actor desplegando sus recursos, haciéndome reír y lograr esa magia del cine que te hace pararte en el tiempo que dura el metraje olvidando el mundo exterior. De comentar en el patio del colegio las escenas...
Cuando pude ver El jovencito Frankenstein mi admiración y devoción por Gene Wilder fue total ya para siempre. A la derecha de Peter Sellers en mi panteón particular, su actuación en el título citado es magistral, logra al igual que el Sellers en El guateque que la sonrisa no se vaya del rostro del espectador y un brote periódico de carcajadas pero por el humor que destila su actuación. Gestos, miradas, movimientos de cejas, de manos, todo al servicio del personaje...
Personalmente, en una obra menor, creo que logra sintetizar todo su arsenal de recursos y su mejor actuación en No me chilles que no te veo en coprotagonismo con un ya deteriorado Richard Pryor donde Gene Wilder interpreta magistralmente a un invidente y no puedo olvidar esa pequeña joyita, versión de una película francesa, que es La mujer de rojo aunque sólo sea porque todos nos enamoramos y deseamos a Kelly Lebrock que nunca volvió a estar tan hermosa en la pantalla...
Se ha ido un hombre que logró transmitir su humor, que hizo reír a toda una generación que crecimos en su compañía y sobre todo un actor que amaba su oficio y logró transmitir ese amor por el cine sin darnos cuenta hasta tiempo después...
Descanse en paz.
Antón Rendueles


The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
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