The Adversiter Chronicle
El viaje a ninguna parte
En
estos tiempos de zozobras económicas que conllevan crujido de cuadernas tal vez
se haga necesario recordar a algunos de nuestros mayores y jovenzuelos
periodistas de cristianos canales y por supuesto a diestra y siniestra del arco
parlamentario, echar un vistazo a esas pelis que se hicieron en los 80´s donde
además de rendir homenaje a los perdedores se nos mostraba que los vencedores
eran tan crueles como los esbirros de Stalin.
Títulos como Los santos inocentes, El año de las luces, El sur… Títulos que seguro os vendrán a
la memoria con la misma rapidez con que se van de la mía pero que sin hablar
necesariamente de la Guerra Civil ésta planea como una alargada sombra en la cotidianeidad
de la vida de los protagonistas de las
mismas.
El viaje a ninguna parte
narra las vicisitudes de una época y un
ciudadano que le toco vivir la misma, esa España que tomaba aíre tras los
acuerdos con los EEUU y comenzaba el arranque del desarrollo. Una época en que la aparición de cachivaches como la
televisión y la entrada intravenosa del mundo de Hollywood y sus estrellas
mediáticas hizo que en los pueblos y villorrios de España dejaran de tener en
el teatro itinerante a otras realidades con la consiguiente desaparición de las
pequeñas compañías de teatro, nómadas de ninguna parte como dice el título
porque la España vencedora de la Guerra Civil impuso la moral de sacristía y
orden cuartelero: los actores, los
cómicos, sólo estaban socialmente por encima de la mierda de perro.
Película
de 1985 dirigida y con guión de Fernando Fernán Gómez. Un elenco de actores de
primera fila: Fernando Fernán Gómez, viejo trovador que ve como su mundo
desaparece pero que ama el teatro y actuar para el público aunque éste no le
tenga el más mínimo respeto pero sabe que tras los números musicales con chicas
ligeras de ropa llegará la función; José
Sacristán, que borda su doble papel de puretas y anciano senil; Juan Diego, el
falangista y divisionario azul que trata de sobrevivir en la paz después de
sobrevivir a la guerra y que se emborracha para aguantar a los trepas y
chupatintas que se pavonean de vencedores y sólo fueron atechados en la
retaguardia y aprovechados en la paz; Laura del Sol, sencillamente preciosa; Mª
Luisa Ponte, esa casera de las que ya no quedan que presume de ser tan decente
la pensión como ella misma y nos haría replantearnos coger habitación; Juan
Diego, un joven Juan Diego que ya es imagen perenne de la memoria
cinematográfica por su papel de zangolotino…
Un
actor cuya mente se refugia en recuerdos y vivencias que hace propias para no
perder la cordura. Un actor hijo de actores y familia de actores que nunca han
visto un telón levantarse, nunca fueron invitados al Café Gijón a tertuliar y jamás un cazatalentos les ofreció un papel
para una película.
Película
agridulce a la sensibilidad que traspasa lo tanto dicho de El viaje a ninguna parte: un homenaje a los actores, a los cómicos.
Pero hay algo más, la maestría con que Fernán
Gómez retrata a personajes que debió de conocer en la época nos muestran que
aquella paz ensangrentada no frenaba la hemorragia del odio y el afán de poder
garrulo de quienes disfrutaban sin miserias la victoria.
Es
la España profunda de pueblos con elevada tasa de endogamia y cretinismo
aderezado de catetez y crueldad nacida de la ignorancia y el analfabetismo de
una población encorsetada entre sus aperos de labranza y los límites de su
pueblo ajenos a la evolución de las cosas, a echar a los cómicos cuando son los
cómicos quienes les llevan a sus pueblos durante las fiestas patronales trocitos
de otras realidades, otros mundos…
Cuando
se estrenaron estas películas de la paz tras la Guerra Civil, no se apreciaba
tanto el bouquet que atesoran no ya como
obras de arte cinematográfico, como legado de una memoria, la de la ciudadanía,
que sí es histórica.
La
película no toma parte de un bando o de otro, pero como decía más arriba, está
presente la guerra: los símbolos falangistas a la entrada de los pueblos, las
beatas guardianas de la moralidad cristiana apostólica y romana, el alcalde que
utiliza la amenaza velada y falsa de no poder ejercer la misma para evitar que
corran a los cómicos a zurriagazos y navajas traperas…
Es
una peli que una vez la ves y si tienes un mínimo de sensibilidad se vuelve
amarga y puede hacer que no termines de verla pero os aseguro que deja pegado a
la butaca al espectador.
A
ver si sigue la reposición de estas películas porque es necesario tener
historia en la memoria para evitar la memoria histórica que siempre escriben
los vencedores y luego los perdedores tratan de arreglar embarrándola más.
El viaje a ninguna parte
sigue igual de vigente porque más de treinta años después su historia, personas
que no se les permite arraigar, prosperar o simplemente vivir, aún es realidad,
triste realidad.
La
historia es la que es siempre, es la memoria la que se atrofia o tergiversa de
la misma manera que el cine es un arte.
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario