The Adversiter Chronicle

miércoles, 11 de enero de 2012

"Un miércoles... un poema", suplemento literario y poético

Hoy traemos la pluma de una vieja amiga de The Adversiter Chronicle y colaboradora habitual: Caridad Santamarta.



 LOS RECUERDOS QUE SE VAN

Es un principio que no conocemos aunque tengamos pequeños avisos.

¿Dónde dejaría  el paraguas? No lo recuerda, ¿ayer llovió? No- se contesta  a sí mismo,   además hace  unos días que no lo ha  necesitado, ¿cómo va a buscarlo si no recuerda donde estuvo?

   <Compraré otro, en las tiendas de los chinos cuestan tres euros>. 

   -¡Que iba a hacer yo ahora? Se preguntaba con las manos sujetando  la cabeza pensativo

    Iba a salir pero, ¿A dónde? ¿A qué?

    Se lo recuerda su mujer.

    Ve una preocupación  que le va dominando porque se le olvidan muchas cosas, cuando viene de la calle se encuentra con alguien y  quiere contárselo a su esposa, pero no recuerda quien era ni de lo que hablaron, ella intenta darle una pista con alguna pregunta pero no consigue recordar quien fue la persona que le saludó incluyendo un recuerdo para ella.

    Sale otro día, se sienta en el banco de  un jardín, sabe que la hora de comer es a la una de medio día, son las dos, son las tres, y se acerca a las cuatro de la tarde, este hombre no llega, nunca se retrasaba,

   ¿Qué estaba pasando? 

    Su mujer estaba tremendamente preocupada sin saber donde podría encontrarlo si salía en su búsqueda, lloraba por la impotencia que sentía, no sabia que podía hacer < si me voy que no sé donde ir y llega él mientras estoy fuera? no llevó  llaves> no tenía otra opción estaban en una villa lejos de su casa pasando unas vacaciones, no podía preguntar a nadie por él porque allí no eran conocidos, recurrió a la policía para que le  ayudaran  a buscarlo.

  Facilitó claramente su descripción y no tardaron en encontrarlo.

  Comenzó a deprimirse, su carácter cambiaba día a día, se encontraba taciturno, pensativo, agrio, sin recordar al momento lo que había pensado, desapareció su sonrisa.

   Su simpatía y amabilidad también habían desaparecido, sus silencios eran aterradores, si se le hablaba primero contestaba con monosílabos, a medida que pasaban los días ya eran sus palabras agresivas, incluso delante de personas amigas llegaba a faltar su saber estar, o estaba callado como un muerto o si hablaba llegaba a faltar el respeto a alguien tal como si nunca  hubiera tenido una educación.

   Su mujer le comentó que al regresar a su ciudad había que consultar con su medico lo que le venía ocurriendo, su respuesta era rotunda y negativa <no tengo que ir a ver al médico, no estoy enfermo a mi no me duele nada> si ella insistía se ponía de peor humor llegando a decirle que quien necesitaba ir  era ella.

  Hasta que su mujer un día le habló de esta forma:

 -¿Quieres hacerme el favor de sentarte? En este momento voy a hablar contigo muy en serio, quiero que sepas que he tomado una decisión: O vamos a un medico para saber lo que te pasa y saber si puede ayudarte, o  voy a ver a un abogado porque no soporto más esta situación,

  Quedó sorprendido y así fue como ella pudo decirlo sin que él la interrumpiera.

   Un silencio precedió a las palabras de su mujer, la vio decidida y fuerte, esta vez no se le cayó una lágrima como muchas veces él había observado sin importarle en absoluto.

   Había perdido mucho más que un paraguas y muchas cosas más que olvidaba en cualquier momento.

  Estaba perdiendo la razón, la salud de su mente estaba cayendo en un grave peligro.

   La forma en que le habló su mujer al cogerlo de sorpresa le asustó, pero siguió en silencio.

   Fue el único momento que ella pudo aprovechar la ocasión para recordarle su comportamiento, sus fallos en la vida cotidiana, sus olvidos, el cambio que había experimentado, quien era y en lo que se había convertido, él seguía en silencio escuchando sin saber su mujer si serviría de algo.

   Valió la pena, se levantó de la butaca, se fue a otra habitación, descolgó el teléfono y pidió cita al medico de cabecera. 

    No quiso que su mujer le acompañara, ella lo aceptó.

    Regresó con su silencio a cuestas, su mujer esperaba con impaciencia a que dijera algo pero seguía sin hablar.

   Con la misma seguridad y firmeza  que había puesto la tarde anterior le apremió: -Quiero saber resultados, quiero una respuesta, quiero saber lo que voy a hacer yo.

   -Tengo que ir a un neurólogo, tengo cita para dentro de diez días.

   -Está bien, esperaré yo también diez días.

    Su mujer averiguó quien sería su neurólogo, fue acompañada de su hija antes que él, no confiaba en que dijera todo tal y como estaban ocurriendo los hechos porque seguía asegurando que a él no le pasaba nada.

    El neurólogo después de hacerle unos exámenes le dio un tratamiento, mejoró pero muy despacio, fue duro y largo el tiempo que pasó hasta recuperar un cuarenta por  ciento de lo que había ido desapareciendo en su cerebro, que se iba paralizando poco a poco, la ayuda que su familia le brindó fue esencial, tenían que apremiarle a salir a distraerse, hacer compras, leer, escuchar la radio y ver televisión, tenían que obligarle a que su cerebro trabajara, le enviaban a recados, algunas veces tenía que volver de nuevo pero eso le ayudó mucho.

    Hoy es una persona muy cerca de ser normal como antes, pero su esposa vive con la sombra de un miedo inquietante.

    No se arrepiente de aquella advertencia casi amenaza que un día le hizo, a pesar del dolor que le causó cuando le habló de la forma que lo había hecho, lo que le dijo no tenía ninguna intención de hacerlo, le amaba demasiado para buscar una separación, solamente lo que quería era presionarle para que consintiera una ayuda  que nadie podía proporcionarle si no era un especialista. 

    Necesitamos mucho de las personas  del ramo sanitario, ayudan a toda clase de enfermos sean de una especialidad o de otra, no podemos vivir sin su sabiduría, sin su trabajo y sin sus atenciones, no debemos dejar de reconocer que su profesión es dura pero al mismo tiempo preciosa, han de sentir una gran satisfacción cuando logran conseguir que sus pacientes se recuperan y mucho mas cuando salvan tantas vidas.

Gracias por estar ahí.

Cari



Agradecerle como siempre su generosidad porque disponer de una pluma como la suya es un lujo y un privilegio.

Si queréis saber más de una mujer polifacética y a la que felicitamos por que sabemos en The Adversiter Chronicle que su aventura radiofónica ha culminado por su fichaje en una emisora de radio en Internet y la redición de sus libros ante la demanda por adquirirlos.



The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.

http://theadversiterchronicle.org/











 

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