Publicado el 4 de abril de 2008
The
Adversiter Chronicle quiere rendir homenaje a un amigo. Una persona cuya
ausencia aún se siente en Argüero, su pueblo natal y donde cabalgaba a lomos de
su “Caballo de Hierro”.
“La
balada del Caballo de Hierro”
(El hombre que
sabía demasiado)
In memoriam
“La balada del Caballo de Hierro”
A lomos de su Caballo de Hierro,
Sin rencor ni pendenciero
Y en el sonar de su caballo
Buscando de la oscuridad
Ánimo y consuelo…”
Era mi amigo. Entre los síntomas de
que uno ya se hace mayor en el sentido de empezar a sentirse viejo, la pérdida
de un amigo hace que anide la nostalgia en el campanario de los recuerdos.
En algún lugar de Les Mariñes cuyo nombre no
quiero nombrar pero que suena al oído como el de una raza de ovejas, nació Pipo
mientras sonaban los cañones en Stalingrado.
Nos conocimos de la manera en que se conocen
dos extraños en esas películas del Lejano Oeste que tanto le fascinaban: la
barra del chigre. Su pose mientras miraba la televisión, con una mezcla de
socarronería y atento siempre a desenfundar con sus célebres frases lapidarias…
- Pipo, ¿qué opinas de los últimos
acontecimientos políticos?- le preguntaba tras respetar su atención a las
noticias.
Fruncía ligeramente el ceño, tomaba un trago y
mirándote con una expresión de veteranía y astucia de los rastreadores de la
frontera sentenciaba mientras apartaba de nuevo la mirada y sacaba un cigarro:
-Todo eso son historias para no dormir.
Pasamos de conversar de vez en cuando
a dialogar habitualmente. Disfrutaba de las pequeñas cosas. Era tan buena
persona, tan noble de sentimientos que jamás en el corto tiempo que duró
nuestra amistad truncada prematuramente por su muerte, le vi enfadado. Creo que
odiaba la violencia en todos sus aspectos, física y verbal. Buscaba razonar y
prefería retirarse a entablar combate. En alguna ocasión pude ver como cedía
terreno para evitar las trifulcas…
-¿Vamos a la corderada del viernes?- me
preguntaba poniendo gesto serio y mirada traviesa de niño ante una aventura en
perspectiva que rompiera la rutina diaria.
Yo me hacía el interesante, tomaba un sorbo
haciendo una pausa, dejando que la sonrisa se escapara de su seria expresión…
- Pipo, vamos, pero si hay follones yo no
intervengo, que conste.
Su faz se tornaba seria y tras mirar a ambos
lados, tras tener la certeza de que nadie nos oía en nuestras gastronómicas
maquinaciones me contestaba con disparo certero:
- Vamos, pero con cuidadín, que hay mucho
faltoso.
Como añoro salir con él de compadre y avisarme
de la presencia de faltosos. Regañarme por no conocer atajos que él tenía
tatuados en su vida de tanto recorrerlos. Saludar a conocidos y fundirse con
los comensales en la fartura nocturna.
“El ruido de su presencia en
lontananza
Por mis oídos penetra
Como una lanza
A través de mi ventana
Siendo ya noche cerrada
Cabalga Pipo cabalga
Que tu Caballo de hierro nunca se cansa
Así como la dicha que tu bondad
Que en Argüero se extraña
Tampoco descansa…”
En aquellos tiempos el sonido de la
levitación, porque la velocidad a la que conducía su Caballo de Hierro
desafiaba las leyes de la física newtoniana y de la reciente cuántica y la
única manera de que mantuviera el perfecto equilibrio y velocidad constante es
que levitaba, del Caballo de Hierro anunciaba que en Argüero todo el mundo
estaba de recogida. Era el último.
Alguien podría pensar que Pipo era un
borrachín, un “colgado” rural que con la cazalla se auto compadece de no haber
tenido suerte en la vida…Nada más lejos de la realidad: Pipo era cosmopolita y
un dandi.
Cosmopolita porque paraba en todos los sitios,
sabía tratar con Fulano y Mengano, tenía temas de conversación que la mayoría
de las veces renunciaba a la charla para no herir la sensibilidad del
interlocutor. Odiaba la violencia de todo tipo…
- ¡Pipo no te enfades redios!
- Mira…Tomaba un sorbo, nunca fue un
“pistolero” del alcohol, de esos que parece que disparan un CETME, modelo”C” en
modo ráfaga al beber, mientras te mira como un buscador de oro comprando una
mula, mientras se giraba para que nadie se percatara de la conversación y decir
con voz de sabio- El hombre que sabía demasiado…
- Ein?
- ¿No viste esa película?, era de Maikel
Estalone. Le preguntan quién es y responde: “soy el hombre que sabía
demasiado…- y retornaba a los pastos de la barra sin darte la espalda pero
indicando que no pensaba dar pie a más conversación por su parte al menos
Generalmente, al igual que en sus
queridas películas, el desafiador reculaba ante la rapidez de “desenfundar” de
Pipo…
-Pipo, ¿no te gustaba “El bueno, el
feo y el malo?- preguntaba con trampa sabedor de que era un incondicional de la
trilogía de Sergio Leone
- Clint Estwood, el bueno…El bueno…el feo…y el
malo…
- ¿Cómo se llamaba en la película el feo,
Pipo?- pregunto con maldad mientras ahora soy yo quien le muestra el hombro y
tomo un trago mientras giro la cabeza como que veo la televisión
- ¿Pipo? Ein?
- No lo sé…
-¡Tuco Benedicto!, que el hermano era cura y…
Las risas de camaradería eran sinceras y
seguíamos hablando de los temas que dos personas serias y responsables, que no
significa respetables, pero donde el respeto mutuo era divisa de nuestro
escudo, de temas como pelis rancias de vaqueros, series rancias de dibujos
animados y rancia filosofía de vidas rancias…Le extraño.
Y dandi, porque el dandismo es una
filosofía de vida. No hace falta llevar calzones de nenaza de “Parra”, calcetos
de hilo hindú de “Gochu y Galvana”, pantalones de “Pennetonton”, camisas de
“Encharcase” y mocasines “Coronel Mandioca” con corbata de Klaus Kinkrel. No
era presumido, sabía el entorno que le había tocado como espacio geográfico y
social. Su sueño era ir a vivir a Villaviciosa City. Ese sueño que tod@s
tuvimos alguna y vez y en el que casi todos despierta en pesadilla agónica en
el minuto final de nuestra existencia dimensional.
Tenía porte, de Argüero, pero tenía clase. No
se lamentaba de lo perdido ni deliraba soñando. Era generoso…
-Oye…- me decía casi con timidez, su
generosidad era tal que le daba reparo solicitar la ajena pese a tener “deudas”
el interpelado.- ¿Podrías llevarme a … a vender azabache, bueno, está
encargado….
Una consumición a su cuenta sellaba el trato.
Era puntual como un funcionario a la hora del bocadillo. Arreglado. Pipo sabía
acicalarse de manera que pareciera “natural”, incluso desaliñado para “boinas
finas” de delicada presencia y nulo olfato, para sufrimiento de los que
olfatean normal…
Tras hacer sus gestiones, la venta de esas
joyas azabacheras que sus manos convertían en madreñas, puños y lo que
demandara el mercado.
Nunca vio la carretera “nueva”, tal vez su
Caballo de Hierro intuyó que su época terminaba y que nuevos caballos de
plástico montados por otros caballunos de dos patas indicaban el fin de las
cabalgadas con Pipo sujetando sus riendas…Tal vez rogó que volviera a ser un
ángel su amo para no sufrir la humillación del paso del tiempo, la decrepitud
de la edad…
Pipo cabalga ya de madrugada
Difícil equilibrio como este ripio
Hacer balada
Que el Caballo de Hierro
No le tirara de espalda
En la barra apoyado
Mientras el chigrero con destreza
Procede a dejar el negocio cerrado
Pipo a lomos de su Caballo de Hierro se aleja
Conoce de sobra esa carretera vieja
Donde el Diablo en forma de perro acecha
Es valiente y como tal
A la Muerte se enfrenta con miedo
Tan frío como el hielo
Que a donde le llevará
Una vez muerto
Los idos nunca han vuelto
Se fue en silencio pero no pasó
desapercibido como pasan los fallecidos. De repente Pipo no estaba…
Fue un siete de septiembre pero tal vez amaba
tanto a su pueblo, a sus gentes, algunas de sus mujeres, ese amor que perdona
los errores, vivencias, paso del tiempo de la mujer amada y le brillaban los
ojos cada vez que la veía, que tal vez la Tierra quería retener al menos su
carcasa física unas horas más.
Hablo del Pipo que conocí. Era puteado a veces
pero como buen buscador de oro sabía que tras quitar mierda aparecía una dorada
pepita. Al menos, él siempre esperaba hallar una pepita.
Era un paisano. Su aspecto podría causar
sensaciones encontradas, pero si existe eso que llaman Cielo, Pipo viaja en un
vagón por las llanuras del Oeste dejando atrás las comodidades burguesas para
llegar a Las Rocosas, equiparse con aperos, sombrero, una mula llamada
“Montesa” y un revolver. Porque mi amigo Pipo sabía que el revolver es para
matar serpientes y alimañas porque le gustaban las películas de vaqueros. Hasta
la Muerte le rindió su homenaje en forma de disparo certero, rápido y
fulminante. A los viejos pistoleros hay que ganarles con la rapidez y Pipo no
la vio llegar, aunque sentía su presencia…
- Pipo, pareces apagado…No te veo
como otras veces…-digo mientras doy buena cuenta de las costillas
- Tengo un dolor en el pecho…
- Vete al médico redios
- No…Pasará y si no un miércoles bajo en la
línea.
- Puedo traerte si…
- No, pero la semana que viene podrías
llevarme a Venta de las Ranas para traer forraje de origen fósil para mi
Caballo de Hierro.
La semana siguiente al llegar al
Recreo me dijeron que había muerto. No he vuelto a verle más. No pude
despedirme…
Aquí termina esta
Del Caballo de Hierro Balada
Mientras escucho un blues
Que aunque ese era mi intento
Soy de los ripios torpe
Como un viejo autobús
Cuando eches un trago
Mira a tu lado que allí
Estaré tomando
Un “lingotazo”
Riéndonos de nuestra mala suerte
Por no ser pistoleros tan rápidos
Como pistolera es la Muerte…
Skizo´s Blues
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
http://theadversiterchronicle.org/
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