La Reina: un jinete del Apocalipsis
Llegamos a la pieza más poderosa del tablero. Reúne todas las armas del resto del tablero. Estratega del campo de batalla, tanto atacando coordinadamente como subordinada al avance de piezas inferiores, causando temor con sólo sentir su presencia, es el objetivo a batir desde las primeras escaramuzas de la partida.
Codiciada por sus enemigos, deseada por sus súbditos que la siguen y la persiguen. Sólo entregar la reina a cambio de la reina es una opción en la que muchas veces ni el contrario ni nosotros mismos aceptamos el envite provocando la interrupción de un ataque con nuestro miedo a perder la pieza reina.
Y es que sin reinas, se entra en otra partida donde no todos los jugadores están capacitados a entrar. La reina provoca una seguridad en las tropas, incluso sin moverse de su casilla de inicio, que su ausencia se resiente a lo largo y ancho del tablero de juego.
Letal por cuanto aniquila lo que tenga a su lado en los cuatro puntos cardinales con la velocidad de un alfil, el porte de un caballo arrasando a su paso, la elegancia y sabiduría de la torre y la humildad de un peón para salvaguardar a su Rey.
Si el NAPALM huele a victoria, la reina huele a desastre en cuanto logra penetrar las defensas, quieta a veces, cual tiburón, anclando una pieza protegiendo al rey adversario mientras el resto del ejército de piezas maniobra provocando el desconcierto en las filas enemigas.
Pero la pieza Reina debe tener cuidado, su capacidad de avance y destrucción a veces lleva a la euforia del jugador que sin darse cuenta ha puesto a la reina de pantalla de su rey sin percatarse de que ha caído en la trampa…
Nunca tengais reparos a sacrificar cualquier pieza por lograr neutralizar a la pieza reina contraria. Una y hasta dos fichas son buen precio por su cabeza coronada, pero hasta perdiendo tres y quedando con su reina el contrario, podemos ser derrotados. Si jugais contra alguien que sin reina e inferioridad de piezas os derrota pese a vuestra ventaja material, estais ante un buen jugador. Y si al mismo tiempo sois derrotados jugando con la ventaja de tener vuestra pieza reina, dedicaros a jugar al tute, el dominó o cualquier otro juego bellaco, no entendéis el ajedrez.
Sólo la torpeza propia puede provocar un juego inútil de la pieza reina, lo cual se aprecia en el típico jugador que la acaba encajonando, se mete en zona real del adversario y la pierde tontamente o simplemente se lanza al ataque con egoísmo sin meditar los movimientos estratégicos de las piezas subordinadas.
Sólo deciros para terminar el capítulo dedicado a la Reina, es que siempre que logreis penetrar en la primera línea enemiga, trocar peón por reina, no me seais gilipollas de por caballerosidad coger otra pieza.
Si se llega a poder ser Reina y se renuncia a ello, jamás sobrevivireis en el tablero de ajedrez.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
Salt Lake City, Utah
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