Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje a bajar la basura
El
viajero llama al ascensor, es esa hora maldita en que los sonidos
imperceptibles durante el día son audibles de noche, no muy tarde y
sí recién empezada en el reloj porque en la calle hace ya unas
horas que se ha puesto el sol. Por el ruido del ascensor cuando el
viajero lo llamó, deduce que debe estar tres o cuatro pisos más
abajo. El descansillo está bien iluminado y hay cierto aire onírico,
así lo percibe el viajero, cuando echa un vistazo a las puertas
vecinas y piensa sin pensar en...
El
ascensor y la sacudida de su llegada saca al viajero de su
ensoñación, que entra al ascensor y pulsa el botón del portal. Hay
pequeñas vibraciones sospechosas y el viajero mira con detenimiento
alrededor, un espejo a sus espaldas y laterales que muestran signos
del paso del tiempo y alguna pequeña o algún pequeño vándalo dejó
muestras de su paso en forma de rayones. La verdad es que se trata
de un ascensor moderno, ya con sus lustros encima, pero aparte de las
vibraciones sospechosas, los rayones vandálicos en los laterales,
la rejilla del techo descolgada de uno de sus cuatro anclajes que
hace que se desnivele y que en alguna ocasión se atasca dejando
encerrado al viajero, sólo fue una vez y hace ya tiempo pero el
viajero aún tiene pesadillas, se trata de un ascensor presentable,
no uno de esos destartalados con botonera y puertas del siglo pasado,
que el ascensor del viajero también lo es, pero aún surca el océano
vertical en singladuras que llevan al viajero cual grumete en el palo
mayor que...
La
puerta se abre y el viajero sale al portal, olvidados ya los
pensamientos en el ascensor. Barrunta el viajero para sus adentros
cuando pone los pies en la calle que hace un frío de narices. El
contenedor está a unos pocos pasos, hay que sortear el coche
aparcado en batería y hay espacio suficiente para que el viajero y
su bolsa de basura no causen destrozos al retrovisor. El viajero abre
las fauces del contenedor, sin halitosis de boca de contenedor aunque
tampoco huele a campo de rosas, en todo caso no hace falta taparse
la nariz. Hay espacio suficiente para que el viajero arroje la bolsa
al fondo, poblado de otras bolsas, algo de madera y poco más percibe
el viajero que cierra el contenedor. Llega al portal aliviado cuando
cierra la puerta y siente calorcillo de portal. El ascensor parece
esperarle gentilmente y cual gentil hombre, el viajero vuelve a su
interior, pulsa el botón de su piso y ve como se cierran las
puertas. Regresan los ya familiares sonidos y vibraciones en el
exterior del ascensor que hacen sentirse al viajero como aquel
astronauta que sentía que algo u alguien golpeaba el exterior de su
nave. El viajero se mira en el espejo, girando con suavidad para que
el ascensor no le dé por parar, hay un tipo que le observa al otro
lado, piensa para sí pensando en el comienzo de un algo...
La
parada en el piso y la consiguiente brusquedad del ascensor al parar
que se transmite a los pies del viajero devuelve a la realidad,
saliendo del ascensor y sacando las llaves para entrar en casa y tal
vez...
Pero
ése, ya es otro viaje.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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