Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
Estuches
El
estuche escolar siempre ejerció una especie de fascinación desde
que comenzó la etapa escolar. Cuando se adquiría el material en la
librería era de las pocas cosas que podía elegir, el librero tenía
una lista de los libros de varios colegios y sus cursos, pero el
estuche siempre era una opción que podía elegir. Recuerdo el
primero, sencillo con unas gomas para los lápices, una regla, una
goma y un tajalápiz. La vista podía perderse por la librería en el
estante de los estuches, sencillos como el mío hasta los más
sofisticados de dos cremalleras, con una dedicada al espacio de
lápices de colores, lápiz, goma, tajalápiz y hasta un misterioso
bolígrafo que era inútil porque no dejaban utilizarlo en clase,
siendo el lápiz protagonista para hacer caligrafía, diagramas o
cualquier otra cosa que hubiera que poner en la libreta, el bolígrafo
estaba vetado hasta por lo menos llegar a 5º. La otra cremallera del
estuche doble estaba íntegramente dedicado a reglas, cartabón,
escuadra, extrañas herramientas que me auguraban el futuro y a las
que no se sacaba partido tampoco hasta llegar a 5º en toda su
plenitud. Luego estaban los estuches de madera, un cajón portátil
que parecía más sofisticado que el estuche y que tenía sus adeptos
entre mis compañeros de clase. Era toda una liturgia el estuche,
abierto con desgana al comienzo de la jornada escolar y cerrado con
ilusión y frenesí al terminar, abrirlo con solemnidad para hacer
los deberes en casa y de enseñarlo cuando había visita. Creo que le
ocurría a más compañeros, no sólo a mí, y suponía que también
lo guardaban como un secreto, ignoro si tener hermanos mayores
cambiaría algo, en mi caso era el mayor porque no había nadie
delante ni tampoco detrás hasta la llegada de mi hermana. Había
cierto orden en la distribución del estuche para guardar las cosas,
cierta armonía que se iba desgastando a medida que avanzaba el curso
escolar y se iban gastando los lápices de colores, la goma era otra
tras gastarse la original y el lápiz iba perdiendo longitud y se
cambiaba cuando ya era demasiado pequeño. Fue la primera cosa, ahora
que han pasado muchas lunas, que supongo que era mía, sólo yo sabía
el orden en que iban las cosas, para un adulto era un estuche normal
y para mí tenía todo un significado, tratando de conservar la
armonía original sin osar cambiar de lugar los lápices de colores,
en su orden cromático; los lápices y la goma que al reponer la
gastada forzaba las gomas de sujeción casi hasta su limite porque
la goma de borrar nueva era más ancha que la original del estuche
escolar...
Antón
Rendueles
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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