Unas memorias de
Antón Rendueles en exclusiva para The
Adversiter Chronicle
Tardes y noches de cine
(III)
Ser
de aquella infancia en aquellos tiempos donde iba germinando la
pasión por el cine, a ver películas pero también sin darme cuenta
a la cultura cinematográfica, había títulos prohibidos para un
niño que apenas había hecho la comunión y un monstruo horroroso
sin nombre ni rostro que dictaminaba si una película era para todos
los público o si era para menores acompañados, menores de catorce y
el intransigente sólo para adultos...
Miraba
fascinado a mis padres salir de casa para ir al cine después de
cenar, en esa hora maldita para un niño en que se acerca irse para
la cama y dejar de jugar o ver la tele. Era como ver partir a un
destino misterioso con una más misteriosa película prohibida para
los ojos infantiles. Mi padre era más escrupuloso a la hora de
llevarme al cine y era con mi madre donde vivía esa emoción ante lo
prohibido como era de aquella para un niño una película con la
catalogación para mayores de mi edad y mi madre tratando de
convencer al acomodador que cortaba las entradas de que me permitiera
pasar...Las películas de Bud Spencer y Terence Hill están unidas a la memoria de mi padre que me llevaba a la sesión de noche. A mí me encantaban y a él le gustaban. Cuando ahora miro alguna unos minutos, debo dejar de verlas porque viajo al recuerdo y asoma la pena, así que me quedó con unos minutos de metraje hasta que vuelvo a sentir la mano de mi padre cogida de la mía caminando de regreso a casa y comentando las peleas y escenas graciosas. Mi madre me inculcó la admiración por un entonces tildado de fascistoide y mediocre director que no era Clint Eastwood, de la pasión por Steve McQueen y su muerte prematura, de ser asiduo del Charles Bronson, todos ellos jóvenes aún; también por clásicos me influyó mi madre en el amor al cine como son ahora una Sissi emperatriz, de Christopher Plummer...
Al día siguiente de que ambos salieran de velada cinematográfica, les preguntaba por la película y recuerdo nítidamente, en una cena en casa con un matrimonio amigos de mis padres, escuchar fascinado como comentaban sobre Mad Max cuya cartelera me fascinaba. Sin duda mi conocimiento venía de haber escuchado algo en la tele o en alguna revista, pero es un título representativo de aquellos títulos prohibidos para un niño...
También tenía dos tías, una hermana de mi padre y la otra de mi madre, me sacaban a veladas cinematográficas de títulos prohibidos donde conseguían convencer o yo aparentar la talla para que me permitieran pasar, así vi El expreso de Chicago donde la hermana de mi madre me tapaba los ojos ante un apasionado beso y mi otra tía, una hermana casi ya que sólo me llevaba diez años, bregando porque me permitieran pasar a ver Grease...
Por alguna razón yo era consciente en mi inocencia de que era un niño afortunado de poder disfrutar del cine. Los adultos hablaban de censura y de cines al aire libre, pero mi generación urbanita era la del cine en color y una televisión ya presente en los hogares y que era entonces un apoyo a cultivar la afición, de ver películas en blanco y negro, de escuchar hablar de los rodajes, de las estrellas y ver los promocionales con escenas que me hacían soñar con el film, de ir a verlo si no era prohibido para un niño, de ver si me llevaban y de verles ir a verlas...
Fue un mundo que dejé atrás muy rápido como rápido es crecer para un niño aunque entonces parecía casi eterno. Llegó sin avisar la hora de ir al cine con los amigos, llegó el vídeo y la posibilidad de ver cine en casa pero a veces siento la necesidad de volver a aquellos tiempos de forma reposada si es un pensamiento, fugaz si es viendo una película y agradecido siempre de que me llevaran al cine, aunque nunca se lo dije a ninguno.
Antón Rendueles
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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