He tenido una noche del
sábado de contrastes, esperanza por un lado y desánimo por el otro,
que en realidad son el mismo lado...
Estaba contemplando la
nada en el acantilado en esa hora maldita en que los bares decentes
están a punto de cerrar. Llegaban ecos de jolgorio infantil y por
curiosidad presté atención, recordando aquella nocturnidad
misteriosa de la infancia cuando, mientras los adultos estaban de
sobremesa nocturna, niños y niñas salíamos del local de turno y se
terminaba jugando los niños con los niños y las niñas con las
niñas. Ellas tenían sus juegos nosotros teníamos una pelota,
siempre había alguien que tenía una pelota. Recuerdo la placentera
sensación de aquellas pachangas ya de noche que se disfrutaban
porque en cualquier momento los adultos recogerían velas y sería
hora de volver a la rutina. Estas y otras cosas barruntaba cuando me
fijo y veo que sí, hay cuatro jugando una pachanga, gritando como
gritábamos con la diferencia de que eran cuatro niñas gozando y
divirtiéndose con un balón. Sé que puede sonar arcaico y de patán
ignorante porque hace ya muchas lunas que hay fútbol femenino, pero
nunca había visto una pachanga nocturna de sábado noche a las niñas
y sí es la prueba de que hemos avanzado en lo que a jugar con una
pelota se refiere...
El desánimo me embargó
con el Festival de Eurovisión, no voy a entrar al trapo de
considerar si ha degenerado u evolucionado ya que depende del cristal
de las gafas con las que se mira, que mandemos cualquier cosa menos
una canción festivalera o si habría que haber vetado la
participación de Israel igual que se ha hecho con la imperialista
Rusia de Putin. Pero el festival se ha politizado, me he quedado sorprendido al enterarme de que la realización televisiva tapó las
protestas a los oídos de los televidentes cuando tocaba el turno de
la representante de Israel. Supongo que soy un jodido romántico, sin
descartar ser un profundo gilipollas, y me puse a recordar aquella
vieja carta de ajuste del Festival de Eurovisión con el fondo
musical del Himno de la alegría.
Había tanta esperanza en aquella carta de ajuste, por una noche
Europa a este lado del Telón de Acero era una, unidos por la música
sin olvidar la competición por el premio. Ahora la Unión es una
realidad y también la desunión donde todo empieza a empaparse por
la guerra...
Lo
bueno del fútbol y la música es que siempre, hasta ahora, siguen
vigentes pese a nuestros denodados esfuerzos por enmierdarlo
inducidos en la Era de populismo y demagogia que nos toca vivir y
consumir a cucharadas voluntarias, esto último nunca deja de
sorprenderme...
Tempus
fugit, decía un reloj.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
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theadversiterchronicle@hotmail.es
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