Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: Salvador
Allende
Autor:
Jesús Manuel MartínezEditorial: Ediciones Nobel, S. A.
Edición: Abril de 2009
Hay ocasiones en que el lector se acerca con precaución
a la figura protagonista del libro debido a prejuicios inducidos o
simplemente porque la historia así lo cuenta. Es el caso de la
figura política de Salvador Allende donde su última defensa de la
legalidad constitucional y de la democracia mientras era bombardeado
el Palacio de La Moneda forma parte de la iconografía colectiva pero
enmarcado dentro de la Guerra Fría en la variante de las dictaduras
auspiciadas por EEUU en contraposición a las guerrillas y frentes
populares apoyadas por la URSS. Así, siempre dio la impresión de
que el presidente Allende iba a instaurar un sistema comunista y la
única salvación era la dictadura posterior del general golpista
Augusto Pinochet...
Sin embargo, lejos de una apología del Frente Popular
en Chile o justificaciones de lo que era inevitable, la propuesta de
hoy es un ensayo premiado en 2009 donde el autor nos invita sin
darnos cuenta a una crónica política del Chile de comienzos del
siglo XX y donde la figura política de Salvador Allende se proyecta,
con distintas vicisitudes, como figura indispensable de la democracia
en Chile y que era ejemplo la misma para otros países. Una historia
apasionante donde vemos el Chile social que evoluciona a la par que
el siglo y donde quizás Allende pecó de ingenuo al no calibrar en
su justa medida los derroteros de la izquierda a tesis
revolucionarias donde Cuba era el referente. Se nos aparece un
Allende que invita a profundizar en su biografía ya que el autor
logra con su estilo ágil, ameno y realista que veamos claramente
diferenciada la Historia escrita por los vencedores y la realidad
política de Chile.
Jesús Manuel Martínez (España 1942) dirigió durante
el gobierno de Allende la productora estatal Chile Films, que
presidía el cineasta Miguel Littín, y participó en los órganos de
dirección de Editorial Quimantú. Fue también militante del MAPU,
uno de los partidos de la coalición allendista. Conoció por ello al
presidente Allende y a gran parte de las personas y personalidades
que figuran en los últimos capítulos del libro. Licenciado en
Filosofía (París 1962) y Teología (Roma y Sâo Paulo, 1967),
profesor y jefe de departamento en la Universidad Católica de Chile,
fue presidente y miembro del consejo rector de la Universidad. Tras
el golpe de 1973 pudo salir del país con su familia auxiliado por la
Iglesia Católica y por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados, bajo la protección de la embajada española. En
España trabajó en empresas periodísticas y editoriales y en 1988
se trasladó a Bruselas, donde ha sido traductor principal de la
Comisión Europea y jefe del departamento de español.
Datos sacados de la contraportada y actualizados al año
de edición, pero pasemos a unas breves reseñas que os inciten a su
apasionante lectura:
Valparaíso...
“En
1908 Valparaíso es aún el puerto por donde la modernidad entra en
Chile (el deporte, el baño, la puntualidad, el cemento, el telégrafo
y la prensa, como enumera el porteño Joaquín Edwars Bello, y se
olvida del cinematógrafo). Ciudad de vitalidad exuberante, tropical
si no fuera por el azote sombrío de sus inviernos, se rehace a duras
penas del violento terremoto que la había sacudido dos años antes.
Todavía no se abre el canal de Panamá y, aunque los ferrocarriles
que cruzan el istmo y el norte del continente le han quitado ya gran
parte del tráfico de viajeros y mercancías entre el Atlántico y el
Pacífico, sigue siendo la esperanza de los marinos que doblan el
cabo de Hornos para ponerse en la oreja el pendiente que acredita la
travesía, y el último respiro de los que se aprestan a zarpar rumbo
a esos mares. Vicente Huidobro les dedicaban esta despedida:
- Buen viaje, un poco más lejos termina la Tierra.
Por
aquí pasaron, y acrecentaron la leyenda, Francis Drake, Charles
Darwin, Pierre Loti, Flora Tristán. Los grandes de la literatura de
aventuras no necesitaron tocar puerto para reclamar el fulgor de su
nombre: Herman Melville, Julio Verne, Jack London, Edgar Rice
Borroughs.”
Mama Rosa...
“El
cuadro familiar se completa con la presencia de doña Zoila Rosa
Ovalle, la Mama Rosa, una joven campesina de Lampa que había entrado
al servicio de la familia a los 20 años de edad, obligada a dejar
atrás a una niña que había tenido de soltera. La Mama Rosa cuidó
de Allende durante sus primeros años (`mi señora me había dicho
que cuidara de él como si fuera mío, y así lo hice´), se ocupó
de él cuando estudiaba Medicina en Santiago y, faltando doña Laura
Gossens, lo acompañó con honores en la inauguración del mandato
presidencial en 1970. Aunque la figura de la mama era tradicional
entre las clases acomodadas, en este caso la relación alcanzó tal
grado de afectividad que Allende no se recataba de afirmar en público
que tenía `dos madres´.”
Allende estudiante...
“Allende
vivía en Santiago la vida precaria y libre del estudiante de
provincias. Provinciano era por más que arribara del Valparaíso de
los ingleses y de la Valdivia de los alemanes a una capital que
Joaquín Edwards Bello denostaba todavía en 1920 como `baluarte
colonial, clerical y reaccionario´, `capital amodorrada, catedrática
y apática´, y a la que había tenido que llegar la locomotora desde
Puerto para `despertar la Alameda apacible y franciscana, con sus
acequias de pueblo´. Santiago era todavía `una ciudad
hispanoamericana pura, cerrada a la inmigración internacional´.
Provinciano, Allende llegaba con una mirada más nacional, y al mismo
tiempo mucho más cosmopolita que la inmensa mayoría de los
santiaguinos. Son años difíciles de resumir porque Allende empieza
ya a multiplicarse y para seguirlo no hay más remedio que seriar y
separar vidas que podrían colmar biografías menos ambiciosas, pero
que él fue capaz de gestionar de forma simultánea gracias a su
apetito inmenso y, por cierto, a su salud de hierro: vida libre de
estudiante, vida rigurosa de médico en ciernes, vida azarosa de
dirigente universitario y de aprendiz de político.”
Desterrado
a Caldera...
“Sin
más delito que sus cargos en el partido, Allende fue espiado,
arrestado y por último, sin que mediara proceso alguno, en virtud de
las facultades extraordinarias otorgadas al gobierno, fue relegadoi a
Caldera, 800 kilómetros al norte deValparaíso. Este destierro
situaba a salvador Allende en un grado de peligrosidad medio,
insuficiente para relegaciones mayores, insulares, como las que a lo
largo de su vida sufrió, por ejemplo, Elías Lafertte: isla de Más
Afuera en el archipiélago de Robinson Crusoe, isla de Pascua, isla
de Chiloé, isla Mocha. Caldera era un puerto mineralero conocido en
Chile porque en 1850 había inaugurado el primer ferrocarril de
América del Sur. Antes había sido refugio de piratas ingleses,
después fue un puerto importante, ahora era un poblado de pescadores
y mineros. `En Caldera, escribe Fernando Alegría, pega un sol ancho
y alto sobre paredes y techos de calamina; confundido con el polvo
este sol a veces se cubre de un tono rojizo y huele a cobre´, y la
calle que es el pueblo `ha perdido su nombre y las puertas se han
olvidado de sus números´. Allende penó sus seis meses haciendo lo
que sabía: atender a los enfermos, organizar a los socialistas y
hablar de asuntos masónicos con el capitán del puesto, además de
rehacer el mundo cada tarde con el juez, el maestro, el boticario y
el director del liceo. En la escuela del pueblo improvisó una
enfermería donde, también sin sorpresa, vacunó a toda la población
y enseñó a las mujeres los rudimentos de la salud materno-infantil.
Y una sala del liceo la convirtió en sede de la agrupación
socialista local. El capitán hacía la vista gorda y tranquilizaba a
la opinión pública a través de la prensa nacional:
- El doctor Allende rinde servicios médicos que la población de Caldera agradece como un gesto de gran patriotismo. Nadie anda soliviantando a nadie aquí.”
Un candidato viable para optar a la presidencia de
Chile...
“A
principios de la década de los 50 y bien instalado él en la
cuarentena, Allende poseía los resortes personales que hacían
viable una carrera presidencial: experiencia de gobierno, posiciones
propias, ideas contrastadas, fortaleza física, capacidad de trabajo,
ambición, tesón. Reunía además dos características que no suelen
darse juntas, el orgullo y la vanidad, muy útiles para quien se
expone a este permanente y microscópico escrutinio público: el
orgullo para menospreciar los ataques, la vanidad para disfrutar de
los halagos. Su lado más liviano, esa capacidad que tenía de reírse
de sí mismo en compañía de los íntimos y a veces incluso en
público, era una buena protección ante los fracasos, que iban a ser
muchos y algunos muy duros.”
Ideología socialcristiana...
En
la izquierda nadie midió mejor que Allende la fuerza de esta ola. La
vio venir de lejos, cuando apenas agitaba las aguas estancadas del
conservadurismo. Se interesó por el nuevo pensamiento social
católico sin equivocarse de fuente, pues utilizó como referencia el
mismo documento seminal de la Iglesia belga que usaban los jesuitas,
el Código Social de malinas, publicado en 1920 por el cardenal
Mercier. En el debate sobre la Ley de Defensa Permanente de la
Democracia, en 1948, siguió con especial atención el discurso del
senador Cruz Coke, el primer político conservador que abrazó la
ideología socialcristiana y se opuso en su virtud a proscribir a los
comunistas, y reconoció que ese discurso reflejaba `una posición
definitiva y absoluta´. Su intuición política, pronto avalada por
los hechos, le dijo que la intransigencia conservadora y la nueva
doctrina no cabían en un mismo partido, y se apresuró a saludar la
incorporación de los socialcristianos a las luchas sociales."
Cuarta candidatura presidencial de Salvador Allende...
“Lo
más novedoso de la cuarta candidatura presidencial de Allende es que
esta vez disponía de recursos económicos propios gracias a las
habilidades comerciales de Puccio y a sus negocios de importación y
exportación con Polonia, Cuba y otros países del bloque socialista.
Allende quedó traumatizado por la pobreza a la que atribuyó su
fracaso en 1958 y desde entonces no dejó pasar ninguna oportunidad
de aprovechar sus contactos políticos en el exterior para allegar
recursos. Al Che Guevara, por ejemplo, logró exasperarlo en la época
en que era el patrón de la economía cubana. El único recado
conocido del Che a Allende no tiene nada que ver con la lucha
imperialista, sino con un negocio que un emisario de Allende llevó
hasta el despacho que tenía el Che en el Banco Central:
- Dígale a Allende que si quiere plata que me la pida, pero que deje de joderme con las exportaciones de ajos.
(…)
Lo que apenas se supo es que en esta campaña flaqueó el recurso
fundamental de Allende, la fortaleza de atleta que escondía bajo sus
trajes de fina raya diplomática. Un día del mes de julio, caminando
por el centro de Santiago, le faltó el aire, se apoyó en un kiosko
de prensa, disimuló ante los paseantes que lo saludaban, se recetó
algo en una farmacia y corrió a casa a cuidar una gripe declarada
que en realidad era un accidente cardíaco. Pocos días después
grababa, vigilado por su cardiólogo pero sin otro sobresalto, una
importante entrevista televisiva de más de una hora.”
Allende presidente...
“En
el palacio de La Moneda lo secundaba una minúscula secretaría
formada por Miria Contreras, Tati Allende y Patricia Espejo, y un
pequeño grupo de estudios encabezado por el sociólogo Claudio
Jimeno. En un plano más formal, estaba atendido por tres edecanes en
representación de los tres ejércitos; con los dos que lo
acompañaron más tiempo, el edecán aéreo Roberto Sánchez y el
edecán naval Arturo Araya, llegó a crear vínculos profundos de
lealtad y afecto. Estaba también Osvaldo Puccio, quien al término
de la campaña electoral había decidido apartarse para rehacer su
economía y atender a su familia, y al que fue enredando con su viejo
sistema (`ir encargando cosas poco a poco para mantenerlo a uno a su
lado´) hasta lograr su propósito:
- Aquí, todas las cosas buenas las habré hecho yo, todas las que estén mal, usted. Necesito una persona de mi absoluta confianza, que abra mi correspondencia, que revise mis bolsillos, que firme por mi encargo. El sueldo no es malo, es pésimo, pero eso es una cosa que vamos a arreglar los dos, hambre no va a pasar. No se olvide que vamos a nacionalizar el cobre, el hierro, los bancos, que vamos a hacer la reforma agraria y redistribuir la renta del país. Vamos a tener enemigos hasta en los cajones de los escritorios.
Nada
más cierto. Podía haber dicho hasta en la cocina, o en la
lavandería, ya que el servicio de palacio estaba a cargo de personal
de la Armada y era en la marina donde la conspiración civil tenía
más y mejores terminales militares. La `salita del Doctor´, donde
dormía sus 10 minutos de siesta (`y después partía para otra
jornada completa de trabajo´, se admiraba Patricia Espejo) y se
encerraba para las conversaciones más delicadas, era, se suponía,
el único recinto a salvo de micrófonos y escuchas.”
Los preludios del golpe militar...
“En
la noche del 26 de julio, un comando provisto de metralletas y
explosivos facilitados por elementos vinculados a la Armada recibió
la orden de efectuar disparos y detonar bombas en torno al domicilio
del comandante Araya. Cuando éste salió al balcón alarmado por el
estruendo, miembros del comando le dispararon cinco tiros, que
sirvieron para cubrir el balazo certero de un francotirador apostado
al otro lado de la calle. Dos oficiales de inteligencia conjurados se
apresuraron a recorrer las comisarías de santiago y eligieron como
culpable a un pobre electricista detenido por ebriedad, portador de
un carné del Partido Radical que cambiaron por otro falso, del
Partido Socialista. Sometido a tortura, le dictaron una confesión
que implicaba a su célula socialista, a tres cubanos y al jefe de la
escolta de Allende, y en la que declaraba haberse entregado temiendo
por su vida. Sobre esta base se montó durante semanas una tormenta
mediática en la que participaron parlamentarios del Partido Nacional
y el presidente de la Cámara de los Diputados, alimentada por la
publicidad de los interrogatorios a la escolta del presidente y el
allanamiento de un avión de la compañía Cubana de Aviación. Al
cabo de una semana, como ocurriera tras el asesinato de Schneider, la
policía de Investigaciones identificó y detuvo a los autores del
crimen, pero esta vez el aparato mediático no falló como en 1970:
blindó el relato y siguió acusando a la izquierda y al gobierno,
hasta el punto de confundir a personas muy próximas al comandante
asesinado. La policía no se había equivocado: los detenidos fueron
juzgados y condenados años más tarde por la justicia naval a penas
de prisión que no cumplieron, sino que fueron recompensados con
indultos y nombramientos.”
Biografía del Salvador Allende político que es también
una crónica de la democracia parlamentaria y la historia política
de Chile. Lectura que no dejará contentos a sus detractores e
insatisfecho a sus defensores aunque para el lector del siglo XXI
sirva para desterrar esa imagen de un Chile dictatorial y
pinochetista de donde surge una apasionante historia de la democracia
chilena, los cambios sociales, las vicisitudes de la Guerra Fría
amén de ser una buena introducción para conocer y saber un poco de
Salvador Allende, cuya última broma a sus detractores sea que
aparece despojado de los ropajes diabólicos de representante del
comunismo revolucionario que vendió el capitalismo para que las
imágenes del bombardeo al Palacio de la Moneda sean símbolo del
autoritarismo, sin ideologías, matando a la democracia. Ideal para
lectura reposada en vacaciones, estancias hospitalarias, amantes de
la Historia y sus entretelas así como conocer un poco de la
apasionante historia de Chile en el siglo XX.
Muy recomendable en estos tiempos de nacionalismos, neofascismo y
neocomunismo atacando la democracia.The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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