Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor: Dominique de Villepin
Editorial: Inédita Editores S. L.
Traducción: Dinah de la Lama Saul
Edición: Febrero 2005
El
26 de febrero de 1815, el hombre que puso de rodillas a las
monarquías europeas y llegó a coronarse emperador, zarpa desde la
isla de Elba rumbo a las costas francesas donde será aclamado por el
ejército y el pueblo para que tome el poder y restituya a Francia la
gloria perdida. Tendrá en contra a viejos copartícipes de la
revolución y a la clase aristocrática obra suya donde premió con
títulos nobiliarios a familiares, amigos y compañeros de armas que
ahora temen perder lo ganado y se alían contra Napoleón que
abandona en esa jornada su destierro...
La
propuesta de hoy es un viaje a los cien días largos que duró el
regreso de Napoleón y cómo su impronta a la hora de renunciar al
poder sacrificando su persona ha marcado un antes y un después en la
historia política de Francia. Quien espere encontrar hazañas
bélicas de la era napoleónica en etapa final se encontrará con una
crónica de las maniobras políticas y de sus protagonistas que
marcaron el fracaso del intento de Napoleón de asegurar el trono
para su hijo y cambiar sus formas y maneras abrazando el liberalismo
parlamentario pero intenciones vistas como embustes por sus
contemporáneos que temían el regreso a las formas y maneras
imperiales tras el manto del diálogo. Un relato fascinante hilvanado
con maestría por el autor que logra trascender el localismo de la
obra y traslada al lector a la época que narra...
Dominique
de Villepin es hijo del senador Xavier Galouzeau de Villepin, pasó
su infancia y adolescencia a caballo entre Europa y América,
alternando estancias en Venezuela, Francia y Estados Unidos.
Licenciado en Letras y Derecho, ha consagrado su vida profesional a
la diplomacia y la política. Desde 1980, año en el que fue nombrado
encargado de cuestiones relativas al cuerno de África en la
Dirección de Asuntos Africanos y Malgaches, ha ejercido diversos
cargos siempre vinculados a la proyección exterior de Francia. Entre
1993 y 1995 fue jefe de gabinete de Alain Juppé, ministro de Asuntos
Exteriores, y entre 1995 y 2002 ocupó el cargo de secretario general
de la Presidencia de la República. En el año 2002 fue nombrado
ministro de Asuntos Exteriores y desde abril de 2004 se ocupa de la
cartera de interior...
Profusos
datos sacados como es habitual de la contraportada y actualizados al
año de edición, pero sin más verborrea unas breves reseñas que os
inciten a su apasionante lectura:
Los
Borbones recuperan el trono de Francia...
“Al
principio, horrorizados por la perspectiva del retorno de los
Borbones, los notables, al ver que su estatus queda garantizado, se
van conformando. A la era de las opiniones revolucionarias le sigue
la de los intereses, que asegura el triunfo de la burguesía sobre la
nobleza, de la Francia moderna sobre el Antiguo Régimen. Desde el
Consulado, que ha dado paso ampliamente al retorno de los emigrados,
se han ido tejiendo numerosos vínculos en el seno de estas élites.
Todos aplaudían, tras veinticinco años de conflicto, el retorno de
una paz que ha costado más de un millón de muertos. Este alivio se
expresa con indecencia cuando los aliados entran en París, aclamados
en el faubourg Saint-Germain. Ni los emigrados que entraron entre los
equipajes de los Borbones ni los realistas de mañana, que pasan del
Comité de Salvación Pública a la realeza del hermano pequeño de
Luis XVI sin aparentes remordimientos, nadie quiere oír hablar del
César coronado, entronizado quince años antes.”
Comenzando
el retorno a Francia desde la isla de Elba...
“La
operación se prepara de forma minuciosa. La buena estrella de Lodi
ampara el encuentro de esta misteriosa aventura que conjuga el azar y
el silencio. El cielo se abre milagrosamente y la puerta de la jaula
queda entreabierta. El 16 de febrero, la vigilancia se hace menos
efectiva: Campbell abandona Elba para ir a pasar ocho días a
Florencia cerca de su amante. Más o menos en el mismo momento,
gracias a un emisario de Murat, le ha llegado a oídos del emperador
la clausura, en principio próxima, del Congreso de Viena. Puede
creer que los aliados, pronto dispersos, ya no dispondrán de la
capacidad de respuesta rápida y concentrada que comporta su
agrupamiento en la capital austriaca. Las noches, todavía largas,
favorecerán su huida. El momento no podría ser más propicio.
Napoleón da sus primeras órdenes en previsión de la partida:
reparación de los barcos, camuflaje de la bricbarca L´Inconstant
como si fuera un navío mercante inglés, reunión de fondos,
aprovisionamiento de víveres y otros problemas clásicos de la
intendencia.”
Napoleón
regresa a las Tullerías...
“Los
testigos confirman unánimemente la emoción de Napoleón. Disfruta
de estos instantes de felicidad entre los suyos, en profunda comunión
con la muchedumbre entusiasta, conmovido por el fervor de miles de
miradas que le siguen a cada paso. En un breve aparte, le reprocha a
la reina Hortensia haber buscado los favores de Luis XVIII y del zar:
`Cuando uno ha compartido la grandeza de una familia´ le dice él,
`es necesario saber padecer en la adversidad´. Su hijastra, nombrada
duquesa de Saint-Leu por el muy cristiano rey, se inclina llorando,
pero Napoleón ya la ha perdonado. Sin embargo, el emperador pone fin
rápidamente a las efusiones. Sin ignorar las dificultades que le
esperan, vuelve a sus aposentos, apresurado por girar la página de
la reconquista. Ahora lo que le interesa es ponerse al frente de los
deberes que le impone su cargo y consagrarse por entero a las
necesidades de la supervivencia.”
Recelos
del “nuevo” Napoleón...
"Tampoco
Madame de Staël confía en la sinceridad de su metamorfosis: `Era
una necedad pretender enmascarar a un hombre tal en rey
constitucional -afirma en sus Considérations sur la Revolution
française-. Se despreciaba plenamente a Bonaparte haciéndole usar
un lenguaje contrario al que había sido el suyo durante quince años.
Estaba claro que solamente podía proclamar principios tan diferentes
a los que había seguido cuando era todopoderoso, porque se veía
forzado por las circunstancias. Ahora bien, ¿qué es un hombre así
cuando se deja forzar? El terror que inspiraba y el poder que
resultaba de este terror ya no existían. Era un oso abozalado al que
todavía se le oía murmurar, pero al que sus domadores hacían
bailar a su son´. Ciertamente,
ella aprueba el Acta adicional, pero no le perdonan a Napoleón nunca
su exilio ni la retirada de la circulación de su De Alemania. No
olvida ni sus injurias ni sus amenazas contra ella y contra su
adorado padre, este Necker a quien Napoleón califica de `profesor de
colegio´, pesado y vanidoso, que no es más capaz de prever la
Revolución que de contenerla cuando era ministro de Luis XVI.”
Waterloo...
“Empleando
sabios efectos de escenificación, el emperador coloca sus fuerzas en
disposición de ataque. El ritual no tiene otro objetivo que
impresionar al adversario y estimular el ardor de sus soldados. `Era
-precisa el teniente Martin- un espectáculo con toda la
magnificencia. Las bayonetas, los cascos y las corazas resplandecían,
las banderas, los estandartes y las bombardas de los lanceros, bajo
el soplo del viento, hacían ondear los tres colores. Los tambores
repicaban, los instrumentos de viento sonaban, la banda del
regimiento entonaba la melodía de `Velemos por la salud del
Imperio´. Desplegadas en abanico, las tropas arden en deseos de
entrar en combate. Según la costumbre, la artillería de la Guardia
lanza tres disparos al aire para enunciar el principio de la masacre.
Son alrededor de las once y media.”
Alegría de Luis XVIII tras la derrota de Napoleón en
Waterloo...
"La
alegría resulta aún más viva, indecente incluso, si se piensa en
la muerte de miles de soldados franceses y en la invasión del
territorio. Los realistas se abrazan mientras suenan las campanas y
gante se ilumina con mil fuegos. Luis XVIII hace un brindis por la
victoria: `Nunca -dice-, había bebido por el éxito de los aliados
antes de la restauración: su causa era justa pero ignoraba sus
intenciones para con Francia. Hoy, que son los aliados de mi corona,
que no combaten a los franceses sino a los bonapartistas, que se
esfuerzan tan noblemente para conseguir la liberación de mi pueblo,
podemos saludar sus victorias sin dejar de ser franceses´. Palabras
imprudentes que el futuro no tardaría en desmentir. En el mismo
momento, acordémonos, París celebra la victoria de Ligny.”
Delicioso libro que narra un momento apasionante de la
historia de Francia y Europa que consta además de algo que nos
encanta como son las notas a pie de página, no estas farragosas pero
necesarias de puntualizar un significado o un dato; el autor logra
que se pueda leer el libro ignorando las notas pero detenerse en
ellas cuando se indica es enriquecer el hecho narrado, asomarnos más
profundamente a la acción descrita en ese párrafo, así que doble
placer de lectura que lejos de lastrar la misma consigue captar más
aún nuestra atención y hay una inmersión placentera por parte del
lector. Recomendable para amantes de la historia, estudiosos de la
época y lecturas reposadas en tiempos de fiestas navideñas.
Cuidadín con regalar a la suegra que igual empieza a dar la turra
con sus recuerdos de chochez donde fue contemporánea de Josefina y
su difunto marido funcionario con Fouché confundiendo fechas y
vivencias, cuidadín cuidadín...
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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