Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor: Barbara W . Tuchman
Editorial: Ediciones Península S. A.
Traducción: José Antonio Gutiérrez-Larraya
Edición: Noviembre de 2000
¿Es cierto que la Historia se repite y se pueden
encontrar paralelismos entre unas épocas y otras, entre un siglo y
otro siglos después? Podría decirse que este es el argumento de la
autora al escribir este libro cuya primera edición data de 1978 y
donde compara las vicisitudes sociales, políticas y mortandad del
siglo XIV con el siglo XX, pero que visto ya entrado el XXI que la
humanidad sigue pecando de los mismos males siglo tras siglo en
realidad...
Pero pronto olvidamos el argumento para sumergirnos de
su mano en un apasionante siglo XIV donde la peste negra causa
estragos poblacionales, los caballeros feudales derrochan el dinero
recaudado en fastos y torneos pretendiendo mantener la leyenda de la
caballería que en el campo de batalla se muestran contrarios a la
misma en sus actos y hechos, los burgueses empiezan a reclamar
derechos y el campesinado descubre que son tan capaces de ser
protagonistas decisivos en la batalla y surge un nuevo arma que
acabará definitivamente con las fortalezas y castillos: el cañón.
Para ello el hilo conductor será Enguerrand VII, Señor de Coucy.
Barbara W. Tuchman nació en Nueva York en 1912 y murió
en 1989. Periodista e historiadora, se licenció por el Radcliffe
College. Empezó a destacar como historiadora y alcanzó fama
internacional ganando el premio Putlizer en 1962...
Datos sacados como siempre de la contraportada que en
este caso es bastante parca en datos pero seguramente en Internet
podréis encontrar más sobre la autora, y sin más unas breves
pinceladas que os inciten a su lectura:
Aviñón...
“Siendo
más accesible que Roma, Aviñón atraía a visitantes de toda
Europa. La corriente de oro mantenía a artistas, escritores,
letrados, bachilleres en leyes y en medicina, músicos y poetas.
Estaba corrompida, pero ejercía el mecenazgo. Todos la criticaban,
pero todos acudían a ella. Santa Brígida, noble viuda sueca que
vivía en Roma y
deploraba con elocuencia los pecados de la época,
llamó a la ciudad papal `campo henchido de orgullo, codicia,
relajación y corrupción´. Mas para que haya corrupción se precisa
la existencia de dos personas o cosas, y, si prevaricaba, el papado
no lo hacía a solas. En el mundo práctico de los cambios de
equilibrio político y la consuetudinaria necesidad de dinero que
sufrían todos los soberanos, los pontífices y reyes se necesitaban
mutuamente y efectuaban los apaños imprescindibles. Traficaban en
territorios, soberanías, guerreros, alianzas y préstamos. Un método
habitual consistía en promover una cruzada, lo que permitía a los
monarcas imponer en cada país un impuesto a las rentas
eclesiásticas. El procedimiento no tardó en considerarse un
derecho.”
La peste negra...
En
octubre de 1347, dos meses después de la toma de Calais, barcos
mercantes genoveses aportaron en Mesina (Sicilia) con cadáveres y
remeros agonizantes. Procedían del puerto de Caffa (hoy Fedosiya),
en Crimea, donde Génova tenía una factoría. Los marineros enfermos
mostraban extrañas hinchazones negras del tamaño de un huevo o una
manzana en las axilas e ingles, de las cuales brotaban sangre y pues.
La dolencia se diseminaba en forma de ampollas y manchas oscuras
epidérmicas debidas a los derrames internos. Los pacientes, tras
crueles dolores, fallecían a los cinco días de haberse manifestado
los primeros síntomas. Aparecieron otros distintos al propagarse la
enfermedad: fiebre continua y expectoración
sanguinolenta, en lugar
de las hinchazones o bubones. Las víctimas tosían, transpiraban
copiosamente y morían antes, a los tres días o menos, y en
ocasiones a las veinticuatro horas. En uno y otro caso, hedía cuanto
salía de su cuerpo: aliento, sudor, sangre de las bubas y pulmones,
y orina y excrementos sólidos ennegrecidos por el flujo sanguíneo.
El desánimo y la desesperación acompañaban los indicios
corporales, y antes del final `la muerte se contempla cara a cara´.
“
Coucy se va a la guerra...
Caballeros
de Picardía, Artois, Vermandois y Hainault comparecieron con sus
escuderos y hombres de armas para `anticiparse en honor´ en la
empresa de Coucy. `Honor´ en el léxico de la caballería
significaba lucha contra otros caballeros, en este caso contra los
austriacos. La elasticidad del espíritu humano permitía que el
honor no se resintiese de la asociación con mercenarios y bandidos.
Entre los reclutados figuraban Raoul de Coucy, tío de Enguerrand,
los vizcondes de Meaux y Aunay, y otros señores, entre los que
descollaba el célebre y atareado guerrero Owen de Gales. Cuando el
rey de Inglaterra ejecutó a su padre, se educó en la corte de
Felipe VI. Retratado como jovial, altivo, osado y belicoso, Owen
había combatido en Poitiers, en las guerras lombardas de la década
de 1360, en favor y en contra de los duques de Bar en Lorena, como
soldado independiente en España, y con Du Guesclin en las campañas
de los años de 1370, durante las cuales había regresado para llevar
a cabo una incursión en las islas del canal de la Mancha y capturar
al captal de Buch.”
Pueblo llano...
“A
medida que los amos se enriquecían, los trabajadores se hundían sin
perspectiva de mejora. Se impidió que ingresaran en los gremios los
jornaleros ordinarios, y la calidad de miembros se reservó, con
complicados requisitos y matrículas, para los hijos y parientes de
la clase dirigente. En muchos oficios, el trabajo se entregaba a los
obreros en sus propias casas, a menudo con salarios inferiores para
sus mujeres y prole, cuyo empleo vedaban los gremios. Las fiestas
religiosas obligatorias, que iban de ciento veinte a ciento cincuenta
al año, apenas permitían ganar jornales. Aunque se prohibían las
huelgas y, en algunas ciudades, las reuniones, los obreros formaron
asociaciones propias para imponer sueldos más elevados. Tenían
derechos, cajas y relaciones a través de las fronteras, por medio de
los cuales se aseguraban ocupación y alojamiento a los asociados, y
que indudablemente servían de canales para la agitación.”
El sitio de Berbería....
"Los
transportes genoveses esperaban a los expedicionarios de Francia en
Marsella. Desde esta ciudad zarparon hacia Génova en busca de
provisiones, arqueros, peones y nobles extranjeros. Los caballeros y
escuderos serían de mil cuatrocientos a mil quinientos, y el total
de las fuerzas frisaría en cinco mil hombres, sin contar tal vez los
mil marineros que tripulaban unas cuarenta galeras y veinte barcos de
carga. Borbón, Coucy, Eu y el valiente Soudic desembarcaron por
invitación del dux de Génova, que les regaló especias, jarabes,
ciruelas de damasco y `licores buenos para los enfermos´. Pero no
bastaron para compensar la escasez de provisiones. Borbón tuvo que
agregar doscientas barricas de vino, doscientas hojas de tocino y dos
mil pollos para los enfermos y heridos. La falta de espacio obligó a
renunciar a muchos caballos que se vendieron a la mitad de su valor
para ahorrarse su manutención. En el inesperado final, hubo una
situación embarazosa sobre quién bendeciría la flota, puesto que
los franceses y genoveses aceptaban papas distintos. Se salió del
paso, en beneficio de la guerra y con olvido del cisma, haciendo que
dos sacerdotes, en representación de ambos pontífices, se
encargaran de los oficios religiosos.”
Nicópolis...
“Ni
los asaltos impetuosos, ni minas capaces de contener a tres hombres
uno encima de otro, forzaron la entrada en Nicópolis. La falta de
máquinas de sitio y las empinadas
laderas imposibilitaron tomar la
plaza. Hubo que recurrir al cerco. Los cruzados ciñeron Nicópolis
por completo, vigilaron las salidas y, con la colaboración del
bloqueo aliado por el río, se dispusieron a vencer por hambre a la
guarnición y los habitantes. Discurrieron dos semanas de relajación
de la disciplina, de festines, juegos, orgías y gritos de desprecio
al enemigo que no comparecía. Se invitó a los aliados a espléndidos
banquetes en pabellones adornados con pinturas; los nobles cambiaron
visitas y aparecieron a diario con vestidos nuevos de mangas largas y
los inevitables zapatos puntiagudos. No embargante la hospitalidad,
los rencores crecían con las brumas y comentarios sarcásticos sobre
la bravura de los no franceses. No se apostaron centinelas por obra
de la embriaguez y el descuido. Los naturales de la región,
enfurecidos por el pillaje, no aportaron informaciones. Sin embargo,
los forrajeadores, que cada día tenían que internarse en el país,
comunicaron rumores de la aproximación de los turcos.”
Disposiciones finales de Coucy...
“Ante
todo y sobre todo, dispuso que le enterrasen en Francia a tenor de su
testamento anterior (especificó el entierro de su cuerpo en Nogent y
el de su corazón en su fundación de la Saint-Trinité de Soissons).
En el mismísimo fin del codicilo, como si recapacitase las posibles
dificultades de embalsamar y transportar su cadáver a la patria,
encomendó a sus albaceas que devolviesen sin falta sus huesos y
corazón. En una época en que la creencia oficial repetía que el
cuerpo era basura y la vida del alma en el más allá lo único que
importaba, resultaba notable el puntilloso cuidado con que se
estudiaban los detalles concernientes a sus restos.”
Delicioso libre donde el acierto de la autora reside en
mostrar de forma didáctica pero amena, divulgativa sin caer en la
pesadez y engarzando las distintas fuentes para arrojar luz a
lectores alejados de las coordenadas medievales sobre el azote de la
peste, el cisma papal, la Guerra de los Cien años, las inquietudes
sociales derivadas de la toma de conciencia de clase del pueblo llano
y en definitiva la doble cara de la caballería donde la práctica
era todo lo contrario de lo que predicaban traicionando el ideal.
Recomendable para apasionados y interesados en la Edad
Media, lectoras de novela histérica que descubrirán que la historia
real es más apasionante que la ficticia y algunas claves de la
idiosincrasia anglo-francesa que explican algunos de los males de
Europa donde la diferencia de mortandad aumentó en cada siglo a
mayor que el siglo anterior llegando al punto actual donde las
epidemias ya no causan estragos pero el ser humano es la principal
causa de muerte de seres humanos, ya sea a pepinazos nucleares o
cerrando fronteras y mirando para otro lado cuando cientos de vida
cada día perecen en el Mediterráneo tratando de alcanzar el sueño
europeo...
Libro de lectura obligada si tenéis ocasión.The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
theadversiterchronicle@hotmail.es
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