Alguien puede pensar, y no sin una buena argumentación, que “Cuarto Milenio” no entra en la categoría de mierda televisiva y que se trata de un programa de divulgación de sucesos paranormales, misteriosos y seudocientíficos, pero si bien esto era cierto en su primera etapa, ha terminado degenerando a un atrio de lucimiento del presentador.
Actualmente puede encuadrarse en la categoría de buena mierda televisiva donde el único aliciente es la presencia de la presentadora y consorte del presentador que nos recuerda a la enfermera “Morritos Calientes” de la serie M.A.S.H., dicho sin ánimo de ofensa ni machismo denigrante a la condición femenina porque se parece y causa la misma excitación erótica festiva.
Con un decorado que quiere ser misterioso, sólo es ya un vehículo de lucimiento del presentador y propaganda subliminal de revistas dedicadas al ocultismo, OVNI´s y demás parafernalia fantasmagórica. Cierto es que encontramos en las ondas radiofónicas programas que abordan los mismos temas pero “Cuarto Milenio” falla a la hora de llevarlo al formato televisivo con un Íker que se regodea en si mismo, se nota que los guiones son ensayados pese a su pose y actuación de ora sorprendido ora intrigado con los leguleyos paracientíficos de quienes se rodea. “Cuarto Milenio” es un patético y vano intento de emular al añorado Giménez del Oso que desperdicia en absurdos reportajes las posibilidades que brinda hoy en día el medio audiovisual y sacrifica la divulgación por el efectismo y atraer mentes jóvenes y calenturientas para que una vez terminado el programa acudan raudos y ansiosos a comprar la revista de turno. Cierto es que tiene audiencia, por ello sigue en antena, y como espectáculo bufo no deja de ser entretenido aunque para quienes nos criamos en la 2 cuando era en blanco y negro y no se sintonizaba apenas y luego seguíamos en la SER las alerta OVNI de Antonio José Alex, el “Turno de Noche” del fallecido prematuramente Cebrián y el profesor Argumosa en aquel inolvidable programa de RNE dedicado a lo paranormal, no deja de producir arcadas de vergüenza ajena.
Este domingo, se anunciaba debate sobre las profecías del fin del mundo teniendo de plato de entrada el caso del profeta italiano que vaticinó un terremoto sobre Roma en recientes fechas. Si nadie sabe nada del tipo, un montaje efectista con recreaciones teatrales de la narración, fatal el disfraz de Carabinieri que era una mezcla de uniforme de la benemérita y gorra de la Legión, el montaje de las imágenes del reportaje, el sobre actuado Íker haciendo muecas simulando sorpresa y su compañera asintiendo con la cabeza, igual nos tragamos que estamos ante un profeta, lástima que ya en la radio, el delicioso “Espacio en blanco” de RNE ya trató el tema y el italiano sólo era un tipo algo majadero. Pero logra el efecto deseado de rellenar minutos de programa y justificar los gastos de producción en la chabacana ristra de imágenes que adornan la voz en off, posiblemente lo mejor del programa...
Terminado el reportaje del profeta italiano, es como dejar a la muerte mil combinaciones de “primitiva” que seguro que alguna acierta aunque el italiano sólo se aproximaba, se forma una mesa de debate: a un lado defensores de las profecías y del otro escépticos periodista de asuntos científicos y un psiquiatra.
Similar a poner aceite contra agua y que salga un híbrido y al igual que éste, imbebible. Al final cada uno siguió en sus posiciones y el Íker hizo otro de sus trucos de buhonero del lejano oeste soltando una tanda de frases que pretenden ser trascendentales. Y es que sigo sin comprender porque actúa como si todo fuera improvisado, insulto a la inteligencia del espectador y mantenimiento en la ignorancia de espectadores poco inteligentes.
Llegó después del debate un reportaje sobre un rito de vudú o similar de una remota aldea de una más remota república africana. Según el Íker es la primera vez que un equipo de televisión obtenía imágenes de un rito para entrar en trance. Era sugerente el inicio: una escuela donde los alumnos y alumnas entraban en trance, ataques epilépticos y que debajo de la escuela había un cementerio. Luego pasamos a un rito de vudú o similar y se nos cuenta la historia de un chamán o brujo que en pleno trance se encarama a una torre de electricidad y va el notas y se electrocuta ante la mirada en trance de sus feligreses...
Aparece el autor del “documental” que es una mezcla de argentino e italiano con vestimenta de “Coronel Tapioca”, la marca, no nuestro querido colaborador, que se dedica a interrumpir cada dos por tres y que termina saliendo del lugar del ritual ante el temor de que un afro africano le arrollé en pleno éxtasis. Lo más delirante es que los nuevos chamanes se suben a un tejado de uralita bastante endeble y el reportero se limita a grabarles y contar en el estudio que tenía pánico a que alguien se escoñara...
Nada que objetar a las historias protagonistas del programa ya que despiertan el interés y la intriga de gentes de bien apasionadas o aficionadas a estos temas, pero es que Cuarto Milenio lo convierte todo en un absurdo, promete lo que no ofrece limitándose a montajes audiovisuales efectistas y poco efectivos. En definitiva, es un espectáculo de buena mierda televisiva y una valla publicitaria subliminal de revistas del ramo. Un insulto en suma a quines piensen que hay realmente algo más allá, desconocido e inquietante a veces pero que tras pasar por Íker y su equipo de producción terminan convirtiéndolo en mierda...
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